EL CELO DE LA CABRA MONTÉS
Por José Ángel Rodríguez
Grupo mixto de machos y hembras de cabras montesas fotografiadas en el pasado mes de enero en la zona de la periferia del Parque Natural Sierra de Baza en las proximidades de Baza
© Manuel Moreno Muñoz
El celo de la cabra montés es menos llamativo y conocido que la berrea del ciervo, pero es interesante profundizar y conocer el mismo, ya que se trata de otro espectáculo sexual que tiene lugar en los montes y sierras en que habita la cabra montés como la zona de la Sierra de Baza-Los Filabres, una curiosidad natural dentro de la etología de esta especie que ha sido ampliamente estudiada por observadores de la naturaleza y científicos, y de lo aquí vamos a dar unos breves apuntes.
La cabra montés es una especie muy gregaria, de forma que se agrupa en grandes rebaños a lo largo del año, pero con la peculiaridad de que la mayor parte del año se mantienen separados los machos de las hembras; sobre esta conducta se han dado varias explicaciones, como la de que responde a las diferentes conductas metabólicas de los sexos, si bien la más admitida y compartida es la de que se debe a la necesidad de no competir por el alimento los grupos de machos con las hembras y crías que acompañan a estas últimas.
La separación sexual se rompe durante la época de estro o celo de la cabra montés, coincidiendo con el ciclo reproductivo anual, que suele coincidir con los rigores invernales, de modo que suele extenderse desde noviembre-diciembre hasta febrero-principios de marzo, con un máximo en diciembre. Las diferencias en la distribución temporal de los períodos de celo, se deben a factores tales como precipitaciones, luz solar, latitud, estado físico de los individuos, densidad de la piara o rebaño o competencia alimenticia.
Durante la concreta época del celo de la cabra montés, dejan los hábitos que tenían estos animales de permanecer separados machos y hembras, formándose grupos mixtos, que son dirigidos por una hembra vieja. Los machos compiten entre sí por el acceso a la reproducción, lo que está determinado por el tamaño de las cuernas, que se manifiestan como verdaderos órganos de poderío físico, pero también de exhibición sexual, los que a su vez dependen de la edad, salud y vigor del animal y alimentación.
En torno al cortejo de las hembras hay todo un ritual, que se diferencia claramente entre los machos y hembras. La pauta de cortejo típica de los machos de cabra montesa consiste en tener la cabeza y cuellos estirados hacia delante, con los cuernos hacia atrás fuera de la vista de la hembra, y la cola levantada, dejando libre la glándula anal para poder difundir mejor las feromonas. Con esta postura, el macho se sitúa detrás de la hembra, dando a su vez pequeños golpes con la pata delantera y batiendo la lengua, incitando a la hembra a que muestre una postura receptiva. Si la hembra no está en celo, esta responde volviéndose y dando con los cuernos al macho, y a menudo orina. De esta forma el macho olfatea la orina y ventea comprobando el estado de estro de la hembra. Si la hembra está en celo, esta mantiene la espalda arqueada, las patas traseras un poco abiertas y la cola retirada del perineo, al tiempo que anda lentamente.
Se estima que hasta los cuatro o cinco años los machos no empiezan a participar en el celo, cuando son adultos, pero son los machos mayores de ocho años (los llamados machos viejos), los que monopolizan a la mayoría de las hembras, pero para llegar a la cópula los machos adultos de similares tamaños protagonizan espectaculares peleas, para lo que se colocan en posición bípeda, toman impulso y se dejan caer sobre sus contrincantes, chocando los cuernos de forma violenta al tiempo que efectúan un empuje frontal, que es el que va a marcar la defensa del territorio.
Cuando un macho alcanza la cópula, tiene lugar de una forma fugaz y breve, de forma que tan solo dura dos o tres segundos, cubriendo los machos tantas hembras como puedan; por parte de las hembras no se rechaza la cópula con más de un macho, pudiendo ser fecundadas por más der un macho. Las hembras suelen ser fecundadas por primera vez a los dos años y medio, así una hembra que nazca en la primavera de este año 2014, podrá ser madre a partir del invierno del año 2017.
Tras 155 días de gestación, paren una cría y excepcionalmente dos, cuando no hay alta densidad de ejemplares y la alimentación es buena. Algunos estudios han puesto de manifiesto que en torno a un diez por ciento de los partos son dobles.
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