La hibridación con perdices domésticas, la caza abusiva e incontrolada, también la destrucción de hábitats junto a errores históricos en la gestión cinética de la especie y del medio natural, están siendo las principales causas que están abocado a esta preocupante situación de la especie
Por José Ángel Rodríguez
© José Ángel Rodríguez
Macho de perdiz roja.
Desde hace algunos años los naturalistas que nos acercamos a nuestros montes, venimos constatando la pérdida de biodiversidad animal en los mismos, cada día es más difícil cruzarse con un animal en libertad, podemos andar kilómetros sin escuchar el canto de un pájaro o pasar jornadas de campo sin ver sobre nosotros, recortada en el cielo, la silueta del vuelo de un águila. Escenas cotidianas hace unos pocos años en nuestros campos y montes.
De esta situación también se lamentan los propios cazadores, que de una forma unánime son coincidentes en señalar que hay muchas menos especies cinegéticas que hace unos pocos años, con aves como la perdiz roja (Alectoris rufa), la protagonista de esta breve reseña, que ha desaparecido de muchos acotados donde se cazaba hasta hace poco, y en otros más, su presencia es ahora meramente testimonial.
Las causas históricas del declive de la perdiz roja
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Hembra de perdiz roja.
Para conocer mejor esta problemática, hagamos un pequeño repaso de lo que ha provocado la situación actual, en la que especies cinegéticas como la perdiz roja, la llamada patirroja, se encuentra en mínimos poblacionales, hasta el punto de estar en un manifiesto riesgo de extinción en sus poblaciones salvajes a corto plazo.
Las perdices necesitan espacios abiertos para ver a los depredadores, siembras para protegerse durante la incubación y praderas y campos de cereales en los que alimentarse, especialmente cuando tienen pollos que sacar adelante. En la maleza y en el bosque, la perdiz no encuentra su medio y mueren a manos de los depredadores. Sin lugares idóneos para alimentarse tienen que recorrer mucha más distancia para alimentarse, con la peculiaridad de cuando se mueven se vuelven más vulnerables. Crían menos y las bandadas de perdices han ido disminuyendo en efectivos cada vez más, hasta llegar en la época actual al límite poblacional.
Fue con la transformación de los montes ibéricos y la masiva reforestación con coníferas, particularmente pinos, cuando se produjo la mayor alteración vivida en estos ecosistemas en la época más reciente, ocasionando un manifiesto menoscabo la biodiversidad de estos montes y la destrucción de hábitats en que en los que encontraba su sustento y vida especies silvestres como la perdiz roja.
Pero no solo fue en los montes, donde se alteró el hábitat de esta especie, sino que también lo fue en los campos de cultivo, al imponerse nuevas técnicas agrícolas y particularmente la roturación o la transformación para regadío.
Desacertadas actuaciones contra las plagas agrícolas y forestales
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Perdiz acompañada por sus perdigones
Con el aumento de las necesidades de alimentación, la población humana y la búsqueda de unos mayores rendimientos agrícolas, también para controlar las pagas forestales ante el masivo monocultivo de coníferas, que hicieron aparecer plagas como las de la oruga de la procesionaria, aparecieron productos químicos como el DDT (siglas de Dicloro Difenil Tricloroetano), un pesticida órganoclorado que se usaba en prácticas agrícolas y forestales, en la década de los años sesenta, pero que debido a su impacto medioambiental se prohibió casi universalmente. Pero tras la prohibición del DDT, llegó el dimilín, el clorpirifos, el glifosato y otros venenosos productos, que se rociaban masivamente en nuestros campos y montes, con la intención de controlar las plagas y aumentar la productividad agrícola, pero con consecuencias reales muy negativas, con lo que se siguió ocasionando daños a lo largo de décadas.
Cuando por fin la administración cayó en la cuenta de que el campo se estaba envenenando masivamente, que se estaba perdiendo su biodiversidad, y que a través de la cadena trófica pasaba a la especie humana y se prohibió su uso, el mal ya estaba hecho.
Comenzó un declive generalizado de los insectos y correlativamente de las poblaciones de aves que se alimentaban fundamentalmente de insectos como perdices, codornices, cogujadas, gorriones, avutardas, sisones y un sin fin de aves, también algunos mamíferos, particularmente dentro el grupo de los carnívoros, que fueron los que más sufrieron las consecuencias al alimentarse con aves envenenadas y el declive poblacional que había comenzado unos años atrás se hizo notorio, con la pérdida de biodiversidad y presentarse muchos de nuestros bosques muertos, sin aparente vida en los mismos.
Una situación que no sólo no se ha recuperado en nuestros campos y montes, en los últimos años, sino que podemos asegurar que sigue el declive y –pese a estar prohibidos- los pesticidas continúan haciendo estragos, hasta el punto de que cincuenta años después de prohibir productos como el DDT, siguen estando presente en el medio natural, lo que evidencia que hoy en día se sigue usando de forma ilegal e irresponsable en prácticas agrícolas, adquiriéndose el mismo en el mercado negro de estos productos, lo que está posibilitando que productos prohibidos como el DDT o el clorpirifos estén presentes en las analíticas que se están efectuando en las aguas de muchos ríos de España (puede ampliarse información AQUÍ).
La errónea gestión cinegética de esta especie, otra causa de su declive
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Perdiz roja campeando en busca de insectos y semillas silvestres.
Si una especie está en malos momentos poblacionales y además se le dificulta su reproducción natural, permitiendo y alentando la caza de los mejores y más fuertes ejemplares reproductores durante la época de celo de la especie, como se hace con la caza de la perdiz con reclamo durante la época de celo, una práctica además prohibida por las propias leyes españolas y las Directivas Comunitarias, al solaparse con la época de reproducción como ya tuvo ocasión de indicar el Tribunal Superior de Justicia Castilla-La Mancha (puede ampliarse información AQUÍ), en una sentencia que fue confirmada por la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo en su sentencia nº 2703/2016 de 21 de diciembre y que no obstante se sigue practicando en España, no es de extrañar el acentuado declive poblacional por el que está pasando la perdiz roja en España y al que está abocando, de un modo irreversible, la nefasta gestión cinegética de esta especie.
Se acaba el tiempo para evitar la extinción de la perdiz roja
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Pollos de perdiz roja.
El Instituto de Recursos Cinegéticos (IREC) dependiente de la Universidad de Castilla La Mancha, en el pasado mes de febrero-2018 avisaba (puede ampliarse información AQUÍ) de que se acaba el tiempo para evitar la extinción de la perdiz roja. La alerta la ha pronunciado el investigador José Antonio Dávila en una charla en el IREC, en la que alertaba que la ya de por sí dramática situación de la perdiz roja silvestre se estaba agravando con la hibridación de la perdiz roja con la perdiz chukar doméstica, destacando como “Está a punto de extinguirse por hibridación”, sentencia Dávila, quien detallaba que “el origen del problema es que para atender la demanda cinegética se cruzan estas perdices híbridas con chukrar domésticas, una especie más mansa, muy productiva y adaptada a la cría en cautividad”.
En este panorama las repoblaciones ilegales han sido y están siendo la puntilla para el declive de la perdiz autóctona, ya que tratadas con antibióticos en las granjas, estas perdices domésticas no sufren las enfermedades, que luego trasmiten a las salvajes, y al no estar preparadas para las mismas se mueren. Al cruzarse domésticas y naturales, las del campo se bastardean y pierden las cualidades, que las hacen ser autóctonas, adaptadas al lugar donde nacen, capaces de sobrevivir y reproducirse en el hábitat donde las perdices han sufrido milenios de evolución. Con la sueltan al campo de las perdices de granja, se cruzan con la perdiz roja silvestre, ocasionándole un sinfín de problemas que termina con la desaparición de la perdiz roja pura y el contrasentido de que cada vez hay menos perdices, en general, pese a que se suelten cada año más perdices de granja. Una práctica que aunque es ilegal y está prohibida en Andalucía, no deja de reiterarse en uno y otro coto de su geografía comunitaria, sin recato alguno y sin aparente pudor, hasta el punto de que hemos tenido conocimiento de cuentas anuales de algunas sociedades de cazadores, en cuyo balance de resultados económicos se ha contabilizado el gasto que ha representado las sueltas de perdices, para repoblaciones, al medio natural, que carecían de autorización.
Una situación que se hace necesario atajar y controlar por la administración responsable y competente en todos sus frentes, también de la que deben de tomar concienciación los cazadores, así como los titulares de los cotos y cuantos puedan tener en sus manos poner fin al declive de esta singular especie cinegética, para intentar evitar la extinción de la perdiz roja de nuestros montes, los que quedarán mudos, están quedando ya, sin el canto invernal del celo de las patirrojas.
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