Etnobotánica de la Sierra de Baza: La Coscoja (Quercus coccifera)
© José Ángel Rodríguez
Coscoja con su fruto (bellota) en maduración.
PROYECTO SIERRA DE BAZA
01/07/2022
La coscoja es un arbusto, de hoja perenne y verde todo el año, de no más de 2 m de altura, aunque a veces se puede convertir en un pequeño arbolillo de hasta 4 ó 5 metros de altura, pero como comentamos normalmente suele ramificarse abundantemente desde la base, formando una maraña impenetrable, que sirve de refugio a la fauna silvestre ante depredadores naturales.
Según Pio Font Quer, el nombre común de coscoja deriva del latín (cusculium). Este mismo autor señala que el epíteto latino coccifera deriva a su vez de coccus y alude a la hembra redondeada de un insecto hemíptero, el Coccus infectorius, una cochinilla de la que se obtenía un tinte de color rojo muy atractivo y apreciado en Roma y que según Font Quer servía para teñir la púrpura más exquisita, la bistincta, que usaban los miembros del Senado romano.
Las hojas de la coscoja son simples, alternas y pinchosas, lo que las diferencia claramente de las de la encina, en las que solo tienen dientes espinosos las hojas de las ramas más bajas, a modo de protección ante los herbívoros.
El color de las hojas de la coscoja son de un verde más brillante e intenso que las de la encina.
Presenta flores masculinas y femeninas en un mismo pie, las masculinas son muy pequeñas y poco vistosas, que se agrupan en espigas de color amarillento, delgadas que cuelgan en grupos. Las flores femeninas son solitarias o agrupadas en dos o tres, con vuelta similar a las masculinas y un pistilo con tres estigmas arqueados. Las flores aparecen entre marzo y mayo y en años de abundantes precipitaciones puede producirse una segunda floración en otoño, aunque no suele cuajar en frutos.
El fruto es una bellota, de sabor amargo, que encierra una sola semilla cubierta de una telilla y protegiéndolo todo una cubierta lustrosa y corácea, la que aparece rodeada por la base por una caperuza córnea, llamada cúpula y también caperuza, cuya superficie está cubierta de escamas empizarradas que suelen prolongarse en un ápice recurvado.
La coscoja tolera climas más secos y áridos que la encina, localizándose en laderas secas y soleadas, formando parte de las garrigas y matorrales mediterráneos, formando la vegetación conocida como coscojares y garrigares, prefiriendo los terrenos calizos, aunque tiene indiferencia edáfica, faltando a partir de los 1000 ó 1200 metros de altitud.
Usos etnobotánicos
© José Ángel Rodríguez
La presencia de la coscoja (1) junto a la encina (2) permite apreciar las claras diferencias entre una y otra especie, aunque por separado se prestan a confusión en su identificación.
La coscoja es conocida y aprovechada desde la antigüedad. Plinio ya hablaba de la importante existencia de coscojas en Hispania. Los usos de la coscoja son similares a los de la encina, por lo que cuanto comentábamos sobre los aprovechamientos etnobotánicos de la encina y a los que se puede acceder pulsando AQUÍ, son aplicables a la coscoja, si bien esta última al ser de menor porte y tamaño y sus ramas por consiguiente menor grosor no puede aprovecharse madereramente y sus ramas y troncos solo se aprovechan como combustible y para producir carbón vegetal de muy buena calidad.
La corteza de la coscoja es muy rica en taninos, por lo que se ha empleado para curar el cuero y en medicina popular como astringente para tratar problemas intestinales y diarreas.
En cuanto al fruto de la coscoja, como se ha comentado, es de un sabor muy áspero y amargo, por lo que no se consume por el hombre, pero sí es aprovechado para el alimento de algunos animales como cerdos, cabras y ovejas, aunque si junto a la bellota de las coscoja hay de encina, éstos solo comen las de encina.
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