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Edición Mensual - Año XXVI | Nº 305 - Noviembre 2024

SECCIONES

imagen de decoración

El Pino Salvaje 

Episodio 07: Territorio Berrea (1.300 / 2.200 mts.)

Parque Natural Sierra de Baza


Un proyecto de © Miguel José Ávalos

BANDERA OTOÑAL:

Primera luna de otoño. 

Viene el otoño dibujando bosques de verdad. Ya andan por aquí vientos que quieren ser serios. El día viene siendo fugaz y la noche tiene prisa en caer. Las lunas crecientes ceban a las setas. Algunos verdes se mudan y mutan a amarillos que tornarán a naranjas. Y de repente a todo ser humano, eso sí con cierta inquietud existencial, nos apetece acercarnos a los montes o a las sierras, como la Sierra de Baza con sus parajes repletos de contrastes, con aromas a romero y a frutos que serán pacharán. 

Rama vencida de un pino ubicado en la cima de un calar de la Sierra de Baza. 

En esta época del año he visto como el pino del bosque salvaje se vuelve generoso con sus vecinos hambrientos. Parte trozos de su cuerpo y los reparte a los animales. Sus ramas van para el ciervo macho. Y el venado, agradecido, acepta el regalo a pesar de algún que otro picor al colocarse los trozos de madera sobre su cabeza. Y cuando las tiene aterciopeladas va al mismo pino que le otorgó el presente y le rasca el tronco en señal de agradecimiento. Así el cérvido bravo hace suyas las ramas y las convierte en lanzas listas para la batalla. El venado luce en otoño todo su esplendor de ser híbrido; mitad árbol, mitad animal. De todo ello fui testigo y doy fe… y de más cosas, no tan naturales ni tan hermosas. 

Detalle de un pino rasgado con las cuernas de un ciervo. 

LA VIDA ES CIERVO HERIDO… 

Detalle de unas cuernas preparadas para la contienda. 

En el poema de Góngora “¡Oh cuán bien que acusa Alcino” encontramos unos versos más que acertados: “la vida es ciervo herido que las flechas le dan alas”. Los traje el mes pasado anticipando que mi sección “la cabra siempre tira al monte” dejaría su protagonismo al cérvido. Y es que un servidor y varios amigos fotógrafos de naturaleza andamos trabajando con ellos, desde hace justamente un año, con mucha ilusión, registrando comportamientos e instantes más que interesantes. 

¿Tenemos un Parque Natural? 

Y entre tanto estamos siendo testigos que los están matando a sangre fría y sin sentido en pleno proceso reproductor. Y como dicen los versos de Góngora tendrán alas porque serán ángeles; ángeles que habiéndose ganado cubrir a las hembras morirán sin poder cumplir el cometido que el lógico destino les había otorgado. El ser humano y sus justas leyes para matar por matar frente a otras poderosas leyes indómitas, las de la naturaleza. Considero a la caza necesaria si se hace en condiciones y por personas formadas específicamente para ello; pero manda poderoso don dinero en la mayoría de los casos. Porque en la mayoría de las ocasiones no se mata por hambre y sí por colgar un trofeo en la pared; hay que ser realistas, esto es así; y concluyo que estos razonamientos son así basándome en que no hay que ser muy observador para percatarse que no abundan colgados trofeos de ciervos malformados sino de aquellos cuanto más alfa mejor. Un auténtico sin sentido el de la caza mal gestionada pero con un condicionante más que la hace carente de meritocracia: los recechos durante la berrea. 

¿Tenemos un gigantesco coto privado de caza? 

Debería prohibirse por completo esta modalidad de caza mayor. Las administraciones promocionan un turismo ecológico y sostenible como el de la escucha de la berrea al mismo tiempo que permiten que un cazador/a pueda pegar tiros al lado. Se están dando estas escenas; nuevas generaciones escuchando bramidos y disparos. Niños que no entienden nada; niños que sienten miedo; niños que disfrutarían de un fenómeno de la naturaleza como pocos; niños que llorando pedirán irse de un Parque Natural a sus familiares. Por supuesto con el consiguiente peligro para familias que por un error humano hieran o maten a alguna persona. Y no digamos a los fotógrafos de naturaleza que nos introducimos en el bosque camuflados y que andamos a la espera de sacar alguna foto o grabar algún vídeo para mostrarlo a nuevas generaciones. En ocasiones notamos como nos roza la pólvora. 

Multitud de familias disfrutan de la berrea… y de disparos al mismo tiempo. 

Pero es que ya ni es por el ser humano ni por mi afición. Se está sesgando un proceso natural. Un ciervo sea como sea es necesario durante la berrea, es una pieza más sobre el tablero de ajedrez. Y sin una de ellas la partida no puede seguir igual; todo cambia y se modifica de forma cuanto menos extraña y artificial. Cuando se mata a un venado potente se debilita la natural evolución genética de la especie. Desde aquí hago un llamamiento a la sociedad, incluyendo a cazadores y especialmente a los que nos gobiernan, para que reflexionen, para que valoren y decidan posponer las actividades cinegéticas (al menos) para después de la berrea y de esta forma dejar que se reproduzcan en libertad; posteriormente podrá demostrar su pericia el cazador con sus escopetas, cuando le levanten el monte y tengan que disparar a un animal que corre, o mejor dicho, que huye despavorido de los perros que le anuncian su muerte. Disparar a los ciervos durante la berrea, teniendo a estos animales concentrados en defender sus feudos, ensimismados en sus disputas entre iguales, despistados como nunca, saliendo a los claros vulnerables y sin imaginarse en la vida que una bala está esperando para serle regalada por la espalda no tiene mérito alguno. Creo en otro tratamiento por parte del ser humano hacia la naturaleza, otra relación de respeto y de sensibilidad especial. La fotografía de naturaleza, hecha en condiciones (porque también hay de todo) es una vía disponible para cazadores. En la caza fotográfica existen recechos, existen acercamientos y aproximaciones a la fauna, existen sensaciones únicas... Pero no nos vemos con la potestad y la función divina de sesgar vidas y menos durante esta época única en el año para el ciervo. Nuestros trofeos son momentos que quedarán limpios para siempre en nuestra memoria. Cambiar un rifle por una cámara y vivir en armonía con la naturaleza es cuanto menos para pensárselo. Y os habla alguien que sabe muy bien lo que una cámara en búsqueda de fauna puede llegar a aportarnos. 

EMOCIONES DE UN FOTÓGRAFO DE NATURALEZA: 

Como nómada. Cada vez más me veo como un nómada entre idas y venidas sierra arriba y sierra abajo. Y entre tanto estoy intentando acercarme hacia una comprensión más profunda sobre los que ya considero como mis árboles (y por supuesto los vuestros). A estos pinos no sólo los veo como héroes en la batalla de la climatología y del paso del tiempo, que también. Pero esa guerra ya sé que la ganaron siempre. Y la contienda de la belleza de su porte y de sus formas, de igual modo la vencieron, incluso como cuerpos muertos. Creo que su conocimiento como seres que son hogar de tanta vida es al mismo tiempo autoconocimiento. Y especialmente estoy viendo como sirven de refugio para salvar sus vidas a los ciervos. O a los jabalíes. O a los zorros. Y ando aprendiendo a imitar los berridos o bramidos del venado, que junto con los silbidos sibilinos de sus ramas, son mis canciones favoritas de la banda sonora de estos pinares. Aquí falta un gran depredador como el lobo, es cierto, pero bastante tienen algunos con nosotros los humanos. Para que comprendáis un poco mejor lo que trato de explicaros voy a seguir narrando apoyándome en  la que considero una de mis mejores fotografías realizada, entre pinos, hasta la fecha. 

Fotografía tomada un 24 de septiembre a las 20:17 horas y 59 segundos en el Parque Natural Sierra de Baza. Longitud focal: 600 mm. Velocidad del obturador: 1/250. Sensibilidad ISO 12.800. Compensación de exposición: +5. Sin trípode, a pulso. Reducción de ruido + textura tipo canvas. 

Como veis es una fotografía técnicamente y visualmente imperfecta. Tiene tanto ruido que tuve que añadirle una textura a modo de lienzo blanco como los que se emplean para pintar óleos. Porque eso es para mí, una pintura. Y lo es no por su belleza, sino por la captura de un verdadero momento. Para realizarla tuve que adentrarme en el bosque durante el ocaso. Mi objetivo era un venado que berreaba a sus vecinos. Anduve mitad ladera, mitad barranco abajo, midiendo cada paso para no hacer ruido. Y posicionado el macho gracias a sus bramidos comencé a aproximarme, ya estando a su altura, a mi derecha, en dirección este. Agazapado decidí dejarlo que se olvidara del rastro de mis movimientos. Porque nos ven, nos oyen y nos huelen. Y encontrado el único hueco que me permitía asomarme a una ventana en la que no había ramas de pinos, solo faltaba que él berreara. Pero este ser tan inteligente sabía de la presencia de alguien más en el bosque de los pinos salvajes. Sólo me quedaba una opción, berrearle a modo de reclamo, con mi garganta, con el consiguiente riesgo de que se marchara asustado. Lancé la moneda y a los treinta segundos calculo, mirándome, carraspeo su garganta y realizó el gesto que andaba esperando. Fue entonces cuando realizadas unas cuantas fotos durante aquel instante de menos de 5 segundos era el momento de alejarme satisfecho. Él quedó a lo suyo, berreando a sus semejantes ya en la noche de una luna creciente. Y yo subí ladera arriba orgulloso de haber exprimido la luz de aquel día y con la experiencia de haber podido mimetizarme con mis árboles preferidos. ¡Una auténtica gozada!


Miguel José Ávalos
Fotógrafo del Reino de Granada
https://www.migueljoseavalos.com
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