La Cabra Montés: monografía de una especie en la provincia de Granada
Tiempo de piaras
Por Roberto Travesí
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200 mm, 1/250 sg, f/9.5, ISO 200 (focal efectiva: 320 mm, imagen sin recorte)
Modo de disparo: Manual
Formato: RAW+JPG
Canon EOS 7D Mark II, Canon EF 70-200 mm f/2.8L IS II USM, a pulso (con estabilizador)
Ya desde la temprana primavera los machos de montés manifiestan un patente gregarismo, que conforme esta avanza se va haciendo tan notorio que a veces su número sobrepasa ampliamente los 100 ejemplares, enormes piaras que salvo casos muy excepcionales (como ha ocurrido en las alturas de Sierra Nevada) quedan a inicios de verano reducidas a grupitos de individuos.
Desde el punto de vista montesero, tanto los inicios de mayo como finales de abril son fechas de aparente escasez de monteses por nuestras sierras, que aparecen casi “desiertas” frente a la explosión de vida que supone el resurgir primaveral. Pero la realidad es bien distinta. Las hembras, que comienzan a dar a luz ya a mitad-final de abril y durante mayo (algunas alcanzan junio e incluso inicios de julio), están retiradas a recónditos lugares donde traer al mundo a sus crías (en partos sencillos o dobles); por ello, es menos frecuente su observación, al igual que los ejemplares del sexo contrario, que no se observan diseminados por las sierras como el resto del año, pero que una vez que los encontramos… ¡están todos juntos!. Este hecho, por lo general, hace además más confiables a los machos en relación a la presencia del fotógrafo.
La imagen de este mes nos muestra 28 ejemplares de una piara de 52, tomada un día tormentoso en Sierra Nevada a unos 2.000 m de altitud (al fondo se pueden observar algunos neveros legado de invierno) y con la grata compañía de mi amigo Sebastián García Acosta, invitado expresamente para la ocasión. En ella podemos observar parte de la variedad cornamental de las monteses nevadenses (desde abiertos -entre puntas- que recuerdan a los acarnerados hasta machos más cerrados con la clásica forma de lira, destacando un buen macho de más de 70 cm con un solo cuerno y un machejo con cara rara sobre las piedras -ver la foto de mayor resolución-).
Desde el punto de vista fotográfico, la cuidada asomadilla y el estabilizador hacen maravillas, porque si hay suficiente luz -como fue el caso- siempre habrá tiempo de poner el trípode. El problema de todas las fotografías de grupos de animales (también de flores) es que con suma frecuencia se cortan ejemplares al utilizar una focal fija; y si se dispone de zoom, a veces comienzas a probar con una posición más “angular” (menos milímetros de focal) hasta acabar en la posición con menor teleobjetivo… para continuar cortando cuerpos. Afortunadamente, no fue el caso, aunque cuando inicialmente se observaron los 52 machos estaban hechos un “pegote”. Y con objeto de tener una mayor profundidad de campo (persiguiendo que todos los machos estuvieran a foco), utilicé tanto un diafragma más cerrado como un sensor de recorte, que con respecto a un sensor full frame se obtiene a menor focal “mayor aumento” (es decir, igual ángulo visual pero con menos focal y, por tanto, mayor profundidad de campo). Todo ello sin pasar factura a la calidad y detalle de la imagen, al utilizar ISO 100 (realicé varios disparos posteriores a f:13, pero la posición de las monteses era menos atractiva al ir moviéndose la hilera de machos). Por otro lado, la importante inclinación de la ladera junto a la fuerte sombra de las nubes en el barranco obligaba a resolver el encuadre con ambos y sin obtener demasiado lastonar; sin embargo, la existencia de neveros al fondo permitieron poder resolver satisfactoriamente la captura, al crear una diagonal de visión entre los machos y las manchitas níveas, permitiendo de esta manera observar la negrura del barranco.
© Roberto Travesí
www.robertotravesi.es
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