La Cabra Montés: monografía de una especie en la provincia de Granada
Tocando el cielo
Por Roberto Travesí
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168 mm, 1/1.500 sg, f/6.7, ISO 100 (imagen sin recorte)
Modo de disparo: Manual
Formato: RAW+JPG
Canon EOS 70D, Canon EF 70-200 mm f/2.8L IS II USM, a pulso (sin estabilizador)
Es innegable que las cumbres de Sierra Nevada son durante el verano el paraíso de la montés. Nadie que haya alcanzado estivalmente dichas cotas puede venirse defraudado al no contemplar a este privilegiado ungulado (aunque no hay nada imposible en la montaña, es casi inverosímil que no ocurra el avistamiento, con solo prestar un poco de atención, incluso a veces pasan desapercibidas a escasos metros nuestra). No hace volver a recordar (ver colaboraciones de meses y años anteriores) que muchas monteses no permanecen todo el año en sus cuarteles de baja o media altitud, pero desde luego la retirada de las nieves provoca un ascenso altitudinal de la cabra montés que durante la canícula estacional se hace muy patente.
Aún es posible observar algunos restos del pelaje invernal (borra), aunque la mayor parte quedaron atrás el mes pasado; no obstante, siguen rascándose con cualquier superficie adecuada (extremo de la cuerna, rocas, vallado de la estación de esquí, etc.). De igual modo, y como especie gregaria, es posible observar algunas eventuales peleas entre machos, normalmente reducidas a escasos golpes de poca virulencia, fruto del juego o del propio gregarismo (que suele ocurrir entre ejemplares de edades dispares, no como en el celo, en donde tienen lugar verdaderos combates entre machos de más o menos igualada fuerza/cornamenta).
En cuanto a la composición de la fotografía y sin aludir a la “sugerencia de los tercios” (como así me gusta denominar en mis cursos a la Regla de los Tercios), es fácil evidenciar tres zonas o bandas definidas en la misma (cada cual la dispondrá con mayor o menor relevancia, es decir, bajando un poco más el encuadre o dejándolo de manera similar al presentado). Como novedad hasta ahora, si se pincha en la zona indicada para ampliar la imagen podrá observarse una imagen recortada de la captura original, en versión panorámica, en la que se enfatiza la forma de las nubes y desaparece parte de la zona celestial, idónea por ejemplo para maquetar en una publicación. Hay que reconocer que el recorte favorece en parte el resultado final, ya que realza el criterio composicional comentado con anterioridad ofreciendo además un mayor recorrido -diagonal- a la fotografía (aún a costa de perder texturas de nubes interesantes). Dicho de otra manera, en tiempos de la fotografía química hubiera utilizado preferentemente y sin duda alguna el teleobjetivo de mi cámara panorámica (Hasselblad XPAN) para obtener un resultado similar.
Técnicamente, la imagen no ofrece complicación alguna. Independientemente de la modalidad de exposición y del tipo de medición utilizado, es evidente entender que la fotografía funcionará como silueta y que el cielo y sus nubes deben tener textura, no estar “quemados”, con lo que habrá que sobreexponer entre medio y dos pasos y medio de luz (según gustos personales), es decir, subir la lectura (“aclarar”) que nos da el fotómetro de nuestra cámara mediante tiempos de exposición, diafragmas, o pasos ISO (el efecto perseguido también es válido combinando estos tres parámetros); usaremos para tal fin la modalidad manual o la compensación de exposición si es que nuestras preferencias andan por los automatismos (no es mi caso, como tan repetidamente suelo recalcar, pero no por ello es mejor opción, son varias los caminos para llegar al mismo fin).
© Roberto Travesí
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