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Edición Mensual - Año XXVI | Nº 305 - Noviembre 2024

SECCIONES

imagen de decoración

Relatos y Leyendas de la Sierra de Baza

A por Agua


Por José Valdivieso Sánchez

 

© Proyecto Sierra de Baza
Fuente en la Sierra de Baza

El agua siempre ha estado asociada a la subsistencia del hombre y de los animales que en torno a él vivía. Cuando no existía en el lugar donde se habitaba había que ir a buscarla. De ello nos habla este relato.

Vas al pilar a por agua
y no llevas compañera.
¿Quieres que yo te acompañe?
¡Rosa de primavera!

No siempre han existido los grifos dentro de las casas. En los pueblos no hace mucho tiempo, había que ir a la fuente a por el líquido elemento y mucho peor estaba el ir a por agua en los cortijos de la sierra.

Una alumna del Centro de Adultos de Caniles, nos cuenta su experiencia en uno de estos cortijos de la Sierra de Baza: 

Para ir a por agua, había unos carrillos de mano, con una rueda de hierro en la parte delantera.  Había unos con dos agujeros y otros con cuatro, a la medida de los cántaros, para con éstos ir a por el agua. Estos cántaros los vendían en Caniles o en Baza. Eran muy panzudos, siendo lo de abajo (culo) más estrecho, igual a la parte de arriba (boca). 

El ir a por el agua, lo hacían generalmente las mujeres, y más bien jóvenes. Con el carrillo, donde se podía ir con él o generalmente yendo las muchachas a por el agua con el cántaro a la cadera. Cuando llegaban a la fuente, si había gente antes, ponían un cántaro en el suelo en fila a continuación del que había llegado el último, para esperar su turno y entonces llenar los dos o cuatro cántaros que traían en el carrillo o los que portaban a las caderas. Si había mucha gente en fila, aprovechaban el viaje para lavar la ropa en el riachuelo y de paso contar historias o cantar canciones. 

También venían hombres con bestias que traían unas agüeras y en ellas metidos los cántaros, que muchas veces venían con cuatro (2 a cada lado). Una vez llenados, los llevaban de la misma forma que los habían traído, al cortijo, para, una vez allí, depositarlos en las cantareras y poder disponer de esa agua para cocinar o simplemente beber, ya que para lavar  la ropa, se hacía siempre en el río de rodillas,  las mujeres lavaban todos los días, ya que se ensuciaba bastante ropa con las labores del campo. Con calor o con frío pues lavadora no había. Aclaraban la colada,  luego la tendían al sol. El jabón era casero. Los panales de jabón se hacían en casa con sobras de aceite, grasa y sebo a las que se añadía sosa, sometiendo la mezcla a determinado proceso de cocción. 

La ropa no abundaba, mas bien escaseaba por lo que también se remendaba una y otra vez hasta que ya no le cabían más remiendos. 

Íbamos todas las amigas juntas y hacíamos muchos viajes a la fuente, buscábamos cualquier excusa para ir a la fuente y así veíamos a los mozos que iban a llevar las bestias a que bebieran agua al abrevadero. También lo pasábamos muy bien cuando íbamos a lavar la ropa al lavadero todas juntas nos reíamos mucho lo pasábamos muy bien a pesar que trabajábamos mucho y comíamos poco, pero éramos muy felices.

Las mujeres tenían que permanecer durante horas arrodilladas en las losas o en el barro de la orilla. Empleaba un día para mojar y la ropa blanca llegaba a casa húmeda y con jabón dispuesta para ser sometida al proceso de blanqueado, para lo que se utilizaba una cesta. Este procedimiento consistía en colar agua caliente mezclada con ceniza. Al día siguiente iban a aclarar la ropa, que después tendían al sol.

A veces, los dichos no eran para agradar a las mozas que llenaban los cántaros o botijos: