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Edición Mensual - Año XXVII | Nº 298 - Abril 2024

SECCIONES

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Relatos y Leyendas de la Sierra de Baza

Algunos apuntes sobre las historias y costumbres de los habitantes de la Sierra de Baza


 Por Antonia Agudo González
 

© Proyecto Sierra de Baza
Romería en honor de la Virgen de Fátima en la Sierra de Baza
Unos apuntes extraídos del capítulo 5.3 “Costumbres y tradiciones de los habitantes de la Sierra de Baza”, de nuestra publicación Guía para conocer y visitar el Parque Natural Sierra de Baza son  comentados en esta reseña, que tiene como protagonistas a las personas que vivieron en la Sierra de Baza 

La historia y costumbres de las gentes de la Sierra de Baza son muy ricas y variadas. Lo que aquí se va a relatar es un breve apunte de lo que fueron los modos y hábitos de la vida de estas personas, en un entorno natural que no se lo puso nada fácil, pero al que se encontraban íntimamente unidas. Nos vamos a referir a las aldeas del interior del Parque como El Moro, Bailén, Rejano, Los Rodeos, Benacebada, Las Juntas, etc, lugares en los que habitó el hombre (en algunos sigue haciéndolo en la actualidad), pero en otros quedaron despoblados a lo largo del pasado siglo. 

NORMAS DE VIDA 

La vida de las gentes de la Sierra de Baza estaba básicamente dedicada a la minería, el pastoreo y a la agricultura de subsistencia, fundamentalmente. Los hombres dedicados a las tareas del campo y del ganado, las mujeres al cuidado de la casa, los hijos y las hijas, aunque también colaboraban en los cuidados del ganado y la agricultura, para la subsistencia diaria, cuando así fuese necesario. 

En la Sierra de Baza existía pobreza y carencia pero nunca hambre ni indigencia. El carácter y laboriosidad de sus gentes siempre lo han impedido, de forma que cuando faltaba el trabajo, marchaban a otros lugares, haciendo salidas temporeras que les permitían ganar algún dinero que les sacaba de apuros tapando los agujeros económicos producidos durante los meses de carencia. Estas salidas temporeras eran generalmente dos: una en verano para la siega y otra en invierno para la recogida de la aceituna. Los lugares eran siempre los mismos: Andalucía Occidental, provincias de Sevilla, Córdoba y Jaén. El desplazamiento a dichos puntos de trabajo era bastante numeroso. La siega se realizaba en cuadrillas de siete segadores y un atador, en total ocho personas. Uno de ellos sería el manijero encargado de ajustar los destajos, nunca trabajaban a jornal, prefiriendo hacerlo por su cuenta, ya que dadas las muchas horas de trabajo sudando y la maestría tenida se sacaban buenos sueldos. 

Se iban a mediados de mayo y regresaban a primeros de julio, cuando las labores agrícolas de los meses de verano precisaban de su presencia. Mientras tanto la mujer y los hijos se quedaban en la casa y realizaban la recolección de los  cereales o productos hortícolas sembrados en sus propiedades, arrendamientos o aparcerías. 

En la recolección de la aceituna, que duraba dos o tres meses, se juntaban grupos de quince o veinte personas que trabajaban siempre en las fincas de otros años. Para un mejor aprovechamiento de la recogida y de la faena, marchaban en pequeños grupos de cuatro personas, casi siempre familiares: dos hombres vareadores y dos mujeres recogedoras, así se ganaba el dinero. 

Como dato curioso, en los años treinta, decir que se iban en grupos de unas treinta personas andando, y tardaban en hacer el viaje cinco o seis días. Llevaban algunas caballerías, corrientemente burras, cargadas del equipaje o hato. Pernoctaban en las posadas aunque dormían en los aparejos de las bestias, que se llamaban enjalmas o albardas: especie de sacos rellenos de paja. Los extendían unos junto a otros, haciendo cama redonda, tapándose para protegerse del frío, con las mantas y jarapas que llevaban para tal fin. La comida era a base de fiambres baratos comprados en los pueblos por donde pasaban, reforzados con las chacinas de sus matanzas. Después en tiempos de la República se trasladaban en ferrocarril. 

ÉXODO Y EMIGRACIÓN DE LA POBLACIÓN SERRANA 

La migración es un fenómeno natural conocido y verificado desde los albores de la humanidad. Las gentes para mejorar su calidad de vida, han buscado lugares y comarcas más cálidas y productivas donde pudieran lograr sus aspiraciones de bienestar y progreso. 

Así en nuestro Parque nos encontramos con dos tipos de migraciones: 

- Las temporeras o alternantes, de las que hemos hablado en el capítulo anterior.
- Las fijas, tanto internas o interiores como externas, es decir, dentro o fuera del territorio nacional. 

El movimiento migratorio de nuestra sierra se justifica por los terrenos pobres, escabrosos y gélidos, una climatología muy dura, con inviernos largos y fríos, un verano corto y caluroso, que desembocaba en una tremenda precariedad económica que justifica ampliamente la salida de las gentes. Este fenómeno no alcanzó su máxima expresión hasta después de los años cincuenta. Antes de este período fue inexistente debido a la falta de industrialización de nuestro país. A partir de esa década se inicia en firme la migración, hasta llegar al éxodo total en los sesenta. Los sitios preferidos por los serranos y serranas fueron Barcelona de forma particular y Cataluña en general. Las tres cuartas partes de la población serrana están allí. Después, aunque en menor proporción, Andalucía Occidental, con Córdoba, Sevilla y los pueblos ricos de aquella parte de Andalucía. 

Por último, un gran número de personas serranas se quedaron a vivir en Baza, Caniles y los fértiles cortijos de la Hoya de Baza. Todo ello, unido a las repoblaciones de pinos llevadas a cabo por el Patrimonio Forestal, contribuyó a dejar definitivamente despoblada la Sierra de Baza.