Relatos y Leyendas de la Sierra de Baza
Bodas en la Sierra de Baza
Por Amalia Yeste Cuevas Enero
© Proyecto Sierra de Baza
Capilla de la Virgen de Fátima en Los Cortijillos
El ritual para conocerse el hombre y las mujeres con los propósitos de formar matrimonio o las propias bodas era muy peculiar en la Sierra de Baza. La autora del texto da a conocer algunas vivencias y curiosidades de estos actos sociales.
Para que se conocieran los novios, se solían invitar de cortijo en cortijo, o se aprovechaba cualquier circunstancia como las fiestas del “farfollo” ( cuando se cogía el panizo o maíz y se desgranaban los granos de la panocha). Había una serie de costumbres, así cuando salía una panocha colorada, si era un hombre el agraciado le daban a todas las muchachas un abrazo y si era una mujer a los muchachos un golpe en la espalda.
También había grupos que se trasladaban de cortijo en cortijo para amenizar los bailes. Entre ellos estaba el formado por Pepe Casildo, Coscorrón, el hijo del Tío Manuel el del Capricho, que tocaba un laúd, Ramón Molina que tocaba un violín y Bautista Molina con su guitarra. Tocaban sólo por el convite. Entre las coplas que se cantaban, había algunas como éstas:
“De los 3 mulerillos, madre
que van al agua
el de la mulilla torda
nos roba el alma “
“ Debajo de los laureles
tiene mi niña la cama
viene el sol y la despierta
y sale la luna y la llama “
Además de las canciones populares en las que las muchachas tocaban las postizas o castañuelas y los hombres las guitarras y bandurrias
Los bailes eran muy curiosos y las mujeres de más edad se sentaban alrededor del baile sin quitar ojo a sus hijas o nietas y el último baile era para ellas, de forma que tras ese último baile, todos se volvían a sus casas.
Los muchachos que le tenían rabia a una novia le ponían un estropajo porque así le decían que era muy marrana y no se lavaba.
Si los novios se casaban en tiempo de las cerezas (mayo-junio), el novio le ponía un ramo a la novia con un pañuelo y se quedaba vigilándolo toda la noche hasta que la novia lo veía, para que no se lo quitara nadie.
Cuando se casaban hacían para comer garbanzos tostados, arroz, mataban pollos, empleaban cocineras y de postre comíamos melón y sandías. La comida ni el vino faltaba en estos actos.
Curiosamente la novia no se solía vestir de blanco, como en la ciudad, sino que iba de negro con su mantilla.