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Edición Mensual - Año XXVII | Nº 298 - Abril 2024

SECCIONES

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Relatos y Leyendas de la Sierra de Baza

Carboneros y Piconeros


Por José Valdivieso Sánchez 

 

© Proyecto Sierra de Baza
La encina ha sido tradicionalmente aprovechada para obtener carbón en la Sierra de Baza 

El aprovechamiento del monte, para obtener carbón, que se conseguía de la leña y troncos, ha sido otra actividad tradicional en la Sierra de Baza, y más en una época en la que no había otro medio de combustible, no se conocía la energía eléctrica y otros sistemas de combustión eran caros y no estaban disponibles. En el relato se comenta como se obtenía el carbón y picón en esta tradicional actividad, hoy en día en total desuso. 

Otro ilustre oficio de la Sierra era el de Carbonero o Piconero. Mediante la poda y tala de árboles se conseguía la madera necesaria para la producción de carbón y picón vegetal en los llamados “Hornos de Carbón y Picón”. Pero vamos a ocuparnos de uno y otro producto por separado, dadas sus peculiaridades. 

EL CARBÓN

La madera más gruesa, procedente de grandes ramas y troncos, era la utilizada para producir carbón. Para la preparación de estos hornos se apilaba la madera dejando una especie de pasadizo entre la boca de entrada y una la chimenea por darle el tiro al humo. Posteriormente el horno se completaba con una cobertura de pequeñas ramas con hojas, llamada bazisco o ballisco, y encima de ella una capa de tierra arcillosa apisonada que garantizaba la no combustión de la madera, puesto que de otro modo se prendería al leña y ardería, sin formarse el carbón. De esta forma solo quedan dos aberturas, la boca y la chimenea.

A través de la boca se prendía el horno, que evacuaba humo por la chimenea. Una vez encendido el horno debía ser controlado mediante losas de piedra en las dos aberturas que se tapaban o abrían a criterio de un experto carbonero. La finalidad de esta operación era conseguir una combustión lenta y precisa, que podía durar varios días según el tamaño del horno, debiendo apagarse éste por asfixia en el momento adecuado, sin precipitarse, ya que el carbón obtenido no sería bueno porque produciría humo al ser prendido, pero sin pasarse porque entonces todo quedaría convertido en cenizas. 

EL PICÓN

Las ramas pequeñas que procedían de limpiar troncos y ramas gruesas, también era aprovechado. En este caso no había que construir un horno, sino que una vez amontonado el ramaje, popularmente llamado bazisco se le prendía fuego, casi siempre en el mismo lugar donde se instalaba el horno de carbón.

Igualmente es necesario conseguir una combustión ideal, por lo que llegado el momento adecuado hay que apagar el fuego, lo cual puede hacerse de dos formas, bien a través de agua, bien por ahogamiento mediante enterramiento. De ambas formas se conseguía un carbón vegetal muy fino, ideal para braseros, llamado picón, que en neutra zona se comercializó hasta la década d elos años sesenta del pasado siglo: ¿quién no recuerda la llamada Fábrica de las Bolas en la Calle Chorrillo de Baza, donde se hacía y vendía picón?

Muchos hornos de carbón y picón fueron instalados en los abandonados pozos o ventisqueros, por lo que con el tiempo provocaron el soterramiento de estos.

Hay que decir que la práctica continuada de estas actividades fue perjudicial para los bosques de toda el área de nuestra sierra y su entorno ya que era frecuente una mayor explotación del recurso que la regeneración natural. Las encinas fueron las más castigadas, pues estas especies producen un carbón de alta calidad, llegando incluso a desaparecer bosques enteros. Testigo de esto son los pocos bosques que quedan en nuestra sierra de este árbol.

En la actualidad la producción de carbón y picón en la zona es muy reducida, prácticamente limitándose a utilizar restos de la poda de los árboles frutales, sobre todo olivo y almendro, dedicándolo a la producción propia o lo compran directamente.

Podemos ver que en los datos de Don. Martín, aldea de la sierra, están reflejados unos hechos bastante curiosos sobre este tema:

En toda esta zona abundaba la encina y en torno a ella era una actividad muy frecuente la del carboneo, José Sánchez cuenta como en todo este barranco nos encontramos con muchos carboneros que practicaron su actividad hasta mediados del S. XX; uno de estos carboneros era el Tío Nicasio, el que tenía el poco agraciado apodo de “El Poyafría”, pero el Poyafría no es recordado en la historia serrana por su actividad de carbonero, sino por haber muerto un día de verano de una indigestión de albaricoques. No me resisto a copiar lo que de este curioso personaje cuenta José Sánchez: 

        “Debió de ser en los postreros días de julio o quizá primeros de agosto en la Sierra, cuando las faenas de trilla se atrasaban lo indecible. Y debió de ser hacía la hora de la siesta, cuando la chiquillería de Don Martín vio venir hacía la minilla de agua ferruginosa un hombre que se tambaleaba vereda adelante. Pero antes de llegar al agua cuentan que cayó de bruces y a gatas continuó intentaba continuar andando. El Tío Nicasio, el Poyafría, había reventado. El Tío Nicasio, mientras trillaba en la era de Emilio El Zambombo, se subió un saco de albaricoques de la vega de Las Majadillas. Sentado en el pretil de la era, a pleno sol de la trilla, se entretuvo en meterse entre pecho y espalda una cuartilla de la calentica fruta. Luego la rocío con un bote de los antiguos del agua de caravana lleno de vino y...  el cuerpo no pudo aguantar. El cura Emiliano certificó que de úlcera había muerto el Nicasio”.