Relatos y Leyendas de la Sierra de Baza
Los Maquis en la Sierra de Baza
Por José Valdivieso Sánchez
© Proyecto Sierra de Baza
Aldea de El Raposo en la Sierra de Baza, donde se refugió el más importante destacamento de maquis de esta sierra.
El fenómeno de los maquis, con particular consideración de su papel en la Sierra de Baza, es analizado en este relato. Un reciente episodio de nuestra historia lleno de sombras y desconocimientos pese a la proximidad cronológica de estos personajes.
Antes de empezar a hablar sobre estos personajes en Baza, tenemos que saber quienes eran:
Cuando acabó la guerra civil, Franco no intentó ninguna reconciliación, Paul Preston habla de la “política de la venganza”: hay 450.000 exiliados, 90.000 ejecutados durante la guerra y 41.000 durante la posguerra por motivos ideológicos.
El origen de los huidos es esa represión, su destino era ser ejecutados o la ley de fugas. Estaban desorganizados, huyeron para salvar la vida, apenas tenían armamento y ni siquiera una conciencia política de lo que hacían. Tenían muy difícil huir al extranjero, en Portugal la dictadura de Salazar los hubiera entregado a Franco y desde 1940 en Francia se hubieran topado con la ocupación nazi. España se había convertido en una ratonera, su situación era dramática.
Fue la época más sangrienta en la que hubo verdaderas matanzas también por parte de los maquis como una manera terrible de defenderse y para dar lecciones en algunos pueblos.
A partir del 47 con la “ley de bandidaje y terrorismo” los montes de España se convierten en una auténtica cacería. Había ya una larga tradición de “ley de fugas” y pasan a aplicarla por todo y a todos: guerrilleros en activo, ex-guerrilleros, enlaces o sospechosos de ser enlaces, daba lo mismo. Era una época de terror en la que sólo unos cuantos consiguen salvarse. Mediante esta ley, la jurisdicción militar podía sancionar con la muerte la mera omisión de denuncia de hechos relacionados con el maquis; se prohibió el tránsito por los caminos rurales al oscurecer y se dio licencia a la Guardia Civil para disparar sin previo aviso sobre los sospechosos.
A partir del 49 se puede certificar el fin de la resistencia armada. Ya son sólo grupos que como en la época de los huidos sobreviven con una especie de fatalismo personal. En el 50, 51 y 52 atravesar España era muy difícil.
A partir del 52 ya no hay guerrilla en el monte, hay mitos, leyendas y personajes de leyenda.
También los guerrilleros y la izquierda practicaban la discriminación de género. Ellos decían: “el monte no es lugar para mujeres”. Sin embargo, la importancia de las mujeres fue decisiva sobre todo en los enlaces: viudas de republicanos, hijas o mujeres de ejecutados o simplemente mujeres no concienciadas pero que en ese contexto dan un paso adelante y se comprometen. En esa época y además en el medio rural más conservador es conmovedor cómo esas mujeres vertebraban la lucha política.
Los guerrilleros, en su mayor parte militantes comunistas, aparecieron ante la opinión pública como meros bandoleros que habían hecho de la violencia un medio de vida, y aunque en los primeros tiempos recibieron el apoyo de la población rural, la represión (sobre todo) y la propaganda del régimen oscurecieron el carácter político de una insurrección armada que duró ocho años y cuyo objetivo fue la restauración democrática.
Por su parte, la Guardia Civil también cambió de estrategia: en lugar de mover fuertes contingentes multiplicó el número de cuarteles y organizó las "contrapartidas", guardias disfrazados de maquis que llevaban el mismo sistema de vida y que actuaban igual que ellos, con una doble finalidad: obtener información y romper la unión entre pueblo y guerrilla, cometiendo actos vandálicos de los que se responsabilizaba a ésta. La estrategia sembró además la desconfianza entre las diversas partidas, en las que ya había de por sí algunos delincuentes que distorsionaban la acción subversiva.
Aunque confusos, los datos que manejan los historiadores indican que entre 1943 y 1952 por la guerrilla pasaron unos 10.000 hombres (6.000 militantes del Partido Comunista) y cometieron 953 asesinatos, 538 sabotajes, 5.963 atracos y 845 secuestros en toda España. Tuvieron 1.826 encuentros con la Guardia Civil, con 2.173 muertos y 467 capturados. Además se entregaron otros 546 guerrilleros y 2.374 más fueron detenidos. En total, 5.560 bajas.
Por parte de la Guardia Civil, las bajas bailan desde el millar que apunta Hartmut Heine a los 257 muertos y 370 heridos que admite el propio cuerpo. En el periodo señalado se realizaron 19.444 detenciones entre la población civil.
Una vez hemos conocido con detalle a estos personajes de leyenda, nos centraremos en nuestra zona. Ya en el artículo de la Fábrica de Pardo (Lugares de interés: Fábrica de Pardo), podemos leer que había una “fundición de plomo, y el mineral se extraía por las inmediaciones del Barranco de la Fonfría, en la zona del Barranco Perrera, donde aún hoy es posible localizar algunas bocaminas y particularmente las chimeneas de ventilación, abiertas peligrosamente al mismo nivel del suelo sin protección alguna. Se cuenta que por una de estas chimeneas de ventilación en la posguerra cayó y murió un guardia civil que perseguía a unos maquis (llamados emboscados en esta zona). Esta chimenea es conocida como la Bocamina del Guarda, en recuerdo de este triste episodio.”
Además y según me contaba mi padre, José Valdivieso Ramón, conoció a los maquis y cuando visitaban a algunos cortijos de nuestra sierra, al meter la yegua en la cuadra, veía como grupos de personas escondidas allí encogían las piernas, a lo que su padre (mi abuelo: José Valdivieso Martínez), le decía que callara y que no había visto nada. De esta manera no se metían en problemas.
También cuenta que en el cortijo de Fuente Hellín, llegaron un grupo de guardias civiles con un muerto atado a un caballo. Obligaron al cortijero a que lo bajara al suelo, pero al ver el estado en el que se encontraba dicho cadáver se murió de la impresión. Y es que la forma que tenía la Guardia Civil de atrapar a estos personajes era, además de lo ya explicado anteriormente, el acecharlos como a conejos a la salida de las cuevas que hay por toda la sierra. Cuando salían, les disparaban y si no salían, les prendían fuego a la boca de la cueva como se hace con los zorros cuando quieren que salgan de la zorrera.
Pero fue en la cara sur de la Sierra de Baza, posiblemente por la mayor benignidad del lugar para soportar los fríos del invierno, donde se concentraron el mayor número de maquis en la Sierra de Baza. Fue en Charches donde en enero de 1952 murió Francisco López Pérez , conocido como “El Polopero", que fue lugarteniente de Manuel Pérez Rubiño, más conocido por "Pablo el de Motril" y que tenía a su cargo una unidad de maquis que se movían por toda esta zona, prestando apoyó a los movimientos que se registraban entre la zona de Sierra Nevada y Sierra de Cazorla. “El Polopero” murió acribillado por la Guardia Civil, después de colaborar con la misma y haber delatado a varios compañeros en la esperanza de que encontraría el perdón, al aplicarle la "ley de fugas". Su puesto lo ocupó otro maquis llamado “Ramiro”, el que se trasladó con esta unidad a El Raposo, desde donde se movían por la zona de Benajara y las cumbres divisorias de las provincias de Granada y Almería.
Finalmente dicha unidad, tras permanecer algunos meses en la cortijada de El Raposo, decidieron establecer su base en la Sierra de Cazorla donde su búsqueda era menos enconada y se instalaron en el Torcal del Lobo, junto al río Guadalentín. No obstante quedaron por esta zona de la Sierra de Baza algunos maquis que por el apego a esta tierra, al ser de la zona, se negaron a marchar a la Sierra de Cazorla junto con el grupo de “Ramiro” y malvivieron aisladamente en la Sierra de Baza en los últimos años de la resistencia, maquis de la zona de Baza.
Nombres como Pepe “El Gordo”, “El Cuco”, “El Tule”, “El Torraos”, son alguno de los maquis que se movieron por la Sierra de Baza en los años 40 del pasado siglo, junto con “El Carretero”, cuyo cadáver, junto con el del “Hijo del Rojilllo” fueron expuesto en la Plaza Mayor de Baza el 15 de mayo de 1947. Aun cuando fueron los hermanos Matías, Gregorio, Manuel y Dionisio Blánquez Moya, los que más notoriedad alcanzaron entre la población serrana y son más recordadas por sus hazañas, en muchos casos magnificadas. Contándose que en el Peñón de la Lechera, una auténtica fortaleza natural, llegó a establecer la guardia civil un puesto de vigilancia a final de los años cuarenta, en su lucha contra los últimos maquis que se refugiaban en estos parajes. Fue precisamente el menor de los hermanos Matías, "El Dionisio", último maqui de esta sierra, vilmente asesinado, en las proximidades del Mirador de Barea, por el que creía era su amigo”. Hemos querido conocer como murió “El Dionisio” y un pastor que lo conoció, Serafín Cano, nos ha contado que “El Dionisio” tenía muy buena puntería, era muy hábil y astuto y ya se había llevado por delante a varios guardias civiles que habían intentado darle captura infructuosamente. Nos contaba Serafín como se enteraron los guardias civiles que tenía un amigo que lo veía ocasionalmente para llevarle comida y otras ayudas. Tras presentarse en su casa, lo intimidaron advirtiéndole que tenía que matar al “Dionisio” porque si no al que iban a matar era a él. El amigo, con dolor aceptó el encargo y fue en busca de su amigo el que se encontró con el “Dionisio” y cuando éste estaba comiendo con engaño le dijo que le dejara la carabina que llevaba pues había visto una liebre, para darle un tiro. Con la escopeta en la mano y el “Dionisio” enfrente comiendo el amigo le descerrajó un tiro con el que acabó con su vida. Nos contaba Serafín que “El Dionisio” tuvo tiempo de dirigirse al amigo y decirle: “así no se mata a un hombre”. Esto ocurrió el 12 de octubre de 1951 y con él terminó la presencia de maquis, al menos conocidos, Se cuenta que el asesino del Dionisio no pudo resistir la angustia que esta muerte le provocó y terminó ahorcándose, aunque otros testimonios hablan que murió de tristeza por el suceso vivido.
Los cadáveres de todos estos maquis, o emboscados como se les llamaba en Baza, se exponían al público en los soportales del antiguo Ayuntamiento de Baza, actual Museo Municipal, episodio que recuerdan con dolor muchos vecinos de Baza.