Relatos y Leyendas de la Sierra de Baza
Pastores y Cabreros de la Sierra de Baza (I)
Por José Valdivieso Sánchez
© Proyecto Sierra de Baza
Una típica cabaña de pastores en la zona de Gor
La actividad ganadera desde tiempos antiguos ha sido la ocupación principal de muchos de los habitantes de nuestra sierra y su entorno, dominando casi en exclusiva la cría de ovejas y cabras, aunque recuerdo, hace ya bastantes años el ver pastando vacas, en los Pulidos y en la zona de la Fuente de las Víboras, costumbre esta que no ha prosperado. En los tiempos actuales la presencia de ganado vacuno ha quedado limitada a la zona más oriental del Parque, en la periferia con la provincia de Almería, en la zona de la conocida como Dehesa de Moras, donde en pastos de verano pastan un centenar de vacas de carne. Mientras que en el resto del Parque pastan unas 14.000 cabezas, siendo mayoritaria la presencia de ganado ovino, que representan el 96,3 % del censo total, predominado las razas Montesina y Segureña, mientras que el ganado caprino solo supone un 3,7 % abundando los cruces y siendo las razas Malagueña, Granadina y Serrana las más abundantes (Guía para conocer y Visitar el Parque Natural Sierra de Baza, 1998).
La vida de los pastores estaba dedicada casi en exclusiva a esta ocupación, era dura y requería largas temporadas fuera del hogar, o instalar éste en lo más recóndito de la Sierra, alejado de comodidades y los más elementales servicios asistenciales.
Los cortijos eran la vivienda habitual, de reducidas dimensiones y compuestas por gruesos muros de piedra y cal rematados con grandes vigas que soportan un tejado cuya cobertura era la teja árabe. Anexo al la vivienda del cortijo suelen estar el horno, para cocer el pan, las cuadras y el corral, que consiste en un gran recinto rodeado por muro. Todo el conjunto era blanqueado con cal, lo cual además del típico color que ayuda a mantener frescas las estancias, contribuía a consolidar las estructuras.
A veces, y para estancias más cortas se utilizaba la choza, construidas sobre la base de un muro de piedra, consolidado mediante cal y arena, sobre el que se dispone un techo de vigas o palos de madera con una cobertura de material vegetal, principalmente jaras y ramas de pino, la cual era reforzada y renovada periódicamente. Muy típicas son las construcciones de pastores que como pequeños habitáculos se construían íntegramente en piedra y que podemos localizar en la zona de Charches y Gor.
Además de estas construcciones, la Sierra de Baza está llena de pequeños abrigos, que no son otra cosa que pequeñas cuevas a las que se tapaba la boca con un muro de piedras, sirviendo así para resguardarse de las frías ventiscas del invierno o los calurosos días del verano.
Elemento indispensable para los pastores y su ganado eran también las fuentes, normalmente cerca de los cortijos, pero a veces en lugares insospechados. Cada pequeño manantial era aprovechado mediante la construcción de un gran pilar donde se almacenaba agua suficiente para abrevar al ganado.
Un estilo propio de vida
El fruto de este estilo de vida era leche fresca diaria que servía para convertirla en preciados quesos, o carne procedente de las crías, chivos o borregos que estaban muy bien cotizados en el mercado, sobre todo en los años en los que la carne era poco menos que artículo de lujo.
Aunque también hay constancia histórica de trashumancia con otras provincias, particularmente Almería, la más frecuente era y es una trashumancia local consistente en bajar los rebaños de las frías cumbres en invierno, hacia los campos cultivados, para volverlos a subir durante el verano por las Cañadas Reales, asegurándose así los frescos pastos más tardíos que se dan en la parte alta de las sierras.
Esta actividad ganadera no siempre ha estado en consonancia con la conservación de las principales especies vegetales de la Sierra, ya que frecuentemente el sobre pastoreo provocaba un freno importante en la regeneración vegetal de estas especies, así como facilitaba la erosión de los suelos que quedaban con poca cobertura vegetal.
Hoy día, se están intentando poner definitivamente en marcha programas y cupos ganaderos que aseguren la pervivencia de esta actividad histórica sin poner en peligro la conservación de las valores ecológicos de la Sierra.Todos los que se dedican a este duro oficio, coinciden con que la introducción del ciervo en nuestra sierra, les ha perjudicado, ya que con este animal, disminuyen los pastos para sus ganados. Por lo que sería necesario buscar fórmulas de equilibrio que compaginen los derechos de unos y otros.
Es digno de ver cuando los rebaños, después de pasar todo el día pastando en la parte alta de los cerros, bajan cuando falta poco para anochecer al cortijo donde tienen su refugio y más comida asegurada, tan solo con la voz de su pastor. Esto lo podemos ver todavía en el Cortijo de Soler en el cruce con Freila, en las inmediaciones de la A-92, por citar uno de los lugares más próximos a Baza en que se sigue practicando este medio de vida.
El testimonio de un pastor
Agustín Hernando, habla de su experiencia con las ovejas y los rebaños:
Hasta hace algunos años, para referirse a la contratación de los pastores se decía ajustar. Se ajustaban por un número determinado de fanegas de trigo que se entregaba al pastor en pago por su trabajo. La fanega equivale a 43 kilos. Se solían ajustar en el mes de marzo o abril para empezar a trabajar el día treinta de junio, es decir, un día después de la celebración de San Pedro, aunque algunos lo hacían el día de Santa Isabel -2 de julio-. El ajuste se hacía por un año completo, y se trabajaba hasta el último día, cosa que hoy no ocurre.
En torno a los pastores y a su ganado hay todo un léxico, así como de algunas curiosas costumbres en esta antigua actividad humana que se remonta prácticamente a los orígenes del hombre, de los que vamos a ocuparnos en el siguiente capítulo.