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Edición Mensual - Año XXVI | Nº 306 - Diciembre 2024

FICHAS

imagen de decoración

Sapillo moteado ibérico (Pelodytes ibericus, Sánchez- Herráiz, Barbadillo, Machordom y Sanchíz, 2000)

Fichas de Anfibios

Orden Anura, anfibios sin cola (ranas y sapos):

Familia Pelodytidae:

Sapillo moteado común (Pelodytes punctatus) | Sapillo moteado ibérico (Pelodytes ibericus)


© Por Luis García Cardenete y Javier Fuentes Martín (AHG) 

En esta ficha vamos a tratar dos especies, el sapillo moteado común y el sapillo moteado ibérico, extremadamente parecidas, y que hasta hace poco eran consideradas una sola. Por ello hemos decidido tratarlas conjuntamente. Granada es de las pocas provincias en las que tenemos la suerte de encontrar a ambas, aunque en la Sierra de Baza y sus proximidades no está presente. Precisamente esta zona constituye el área de separación de las dos, aunque lo discreto de sus hábitos hace que no se pueda descartar su presencia al 100%.

 Macho adutlo sapillo moteado común, Lorca (Murcia), abril 2005.


FICHA TÉCNICA:

Clase: Anfibios
Orden: Anuros (anfibios sin cola)
Familia: Pelodítidos
Género: Pelodytes
Especie: punctatus  (Daudin, 1802)
Estatus legal: Según la ley andaluza de flora y fauna silvestres (Ley 8/2003, de 28 de Octubre), no se poseen datos suficientes para evaluar su estado de conservación (“DD”), lo cual no quiere decir que no se encuentre amenazada.  A nivel estatal se la considera una especie “No amenazada, NA”. Para el caso de nuestra provincia, se puede considerar cierto grado de amenaza dada su reducida área de distribución.

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FICHA TÉCNICA:

Clase: Anfibios
Orden: Anuros (anfibios sin cola)
Familia: Pelodítidos
Género: Pelodytes
Especie: ibericus (Sánchez-Herráiz, Barbadillo, Machordom & Sanchiz, 2000)
Estatus legal: Está catalogado dentro de la ley andaluza de especies amenazadas (Ley 8/2003, de 28 de Octubre, de la flora y la fauna silvestres) con  la categoría de "Datos Induficientes DD, aunque en este caso su distribución sí es mucho mayor dentro de la comunidad autónoma. Su categoría a nivel nacional es la misma. Estamos ante un endemismo ibérico, y por lo tanto merecedor de cierta atención y de estudios que permitan definir cuanto antes una categoría adecuada para la especie. 

Como hemos comentado anteriormente ambos sapillos son muy similares, y no fue hasta el año 2000 cuando se describió como nueva especie al sapillo moteado ibérico. Los diferentes apartados se tratarán de forma conjunta y de modo comparativo, lo cual permitirá determinar diferencias y similitudes rápidamente, sin tener que consultar textos separados.


Hembra de sapillo moteado ibérico, El Burgo (Málaga), diciembre 2003.


DESCRIPCIÓN:

Los sapillos moteados destacan por su escaso tamaño. Son más parecidos a las ranas que a los sapos típicos, dada su complexión esbelta y alargada, a pesar de que la piel, algo rugosa por el dorso, parezca más de sapo que de rana. El sapillo moteado común es algo más grande, alcanza algo más de 45 mm, mientras que el ibérico no supera los 40 mm. Lo más caracaterístico es la piel cubierta de pequeñas prominencias, coloreadas de verde, marrón o negro, las cuales les dan el nombre común y las diferencian de otros anuros. El cuerpo es aplanado, incluida la cabeza. Las pupilas son negras y se disponen verticalmente. No son perceptibles ni las glándulas parótidas ni los tímpanos. De color ocre-terroso, a veces presenta manchas verdosas en la zona dorsal. La mitad inferior es blancuzco-grisácea, en algunos ejemplares algo granulosa. 

 

 Detalle de la cabeza del sapillo moteado ibérico, El Burgo (Málaga), diciembre 2003. 

Las extremidades son largas y poco robustas, las posteriores adaptadas para el salto. En las anteriores, poseen  cuatro dedos, por cinco en las posteriores, que presentan una membrana interdigital reducida. 

Ambas especies son muy difíciles de diferenciar. Normalmente esto se hace en función de la localidad en la que se realiza la observación, aunque aún hay zonas “conflictivas”, en las que no se conoce con exactitud cuál es la especie presente, o si cohabitan las dos. El mayor tamaño del primero puede ayudarnos para ejemplares muy grandes, en otros casos se pueden observar diferencias en la complexión de ambas especies. El común suele parecer más alargado y con un hocico más grande y menos agudo que el ibérico.

Dimorfismo sexual  

Las hembras poseen una cabeza y extremidades más pequeñas en proporción al cuerpo. Los machos, que no poseen sacos vocales aparentes pueden presentar una tonalidad violácea en la zona gular, además de dos callosidades oscuras en cada antebrazo, y una en el segundo dedo de cada mano. 

  Callosidades en macho sapillo moteado común, Lorca (Murcia), abril 2005. 

Larvas: Suelen presentar tonos pardo-marrones. Los ojos se sitúan en la parte superior de la cabeza, no en los laterales. El espiráculo aparece en el lado izquierdo. La zona ventral es blancuzca. Es característica una hilera de puntos en la mitad superior del dorso de las dos especies, bien visible en larvas ya de cierto desarrollo. La cola, casi el doble de larga que el cuerpo, termina en una punta redondeada, con una cresta que comienza en posición retrasada. Las larvas de sapillos moteados se distinguen porque las del común pueden alcanzar casi el doble de tamaño que las de ibérico, y además suelen ser más oscuras. Antes de concluir la metamorfosis, ya presentan las típicas verruguitas en la zona dorsal. En esta fase se parecen mucho a los pequeños sapillos pintojos. 

Larva sapillo moteado común, Lorca (Murcia), mayo 2005. 

 Larva sapillo moteado ibérico, Pinos Puente (Granada), abril 2004.


DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA: 

La distribución de los sapillos moteados es bien conocida a nivel de conjunto. El común se distribuye en Francia, Italia y la Península ibérica en el centro y este. El ibérico es un endemismo de la península ibérica, que hasta ahora ha sido citado en Portugal, Andalucía y Extremadura. 

El problema viene determinado en la asignación de localidades a una especie o a otra en zonas susceptibles de confusión, dada la cercanía de ambas especies en casos en que se han realizado estudios genéticos, o bien debido a la falta de esos análisis que determinen cuál es la especie presente. Esto se complica aún más si tenemos en cuenta que existen algunas localidades donde cohabitan ambos taxones, como se ha demostrado en Iznatoraf (Jaén). 

En Granada esta situación parece poco probable, al encontrarse las respectivas áreas separadas por una amplia franja de terreno no ocupada por ninguna. Así, el sapillo moteado ibérico ocupa todo el oeste y centro de la provincia, mientras que el común sólo aparece en las sierras del extremo nororiental y sus bordes o piedemonte (Huéscar y Puebla de Don Fadrique). La franja de terreno que se extiende entre el Marquesado y la Depresión de Baza no está ocupada por ninguna de las dos especies, por lo que a priori, según el lugar donde hallemos a los sapillos, podremos saber a qué especie pertenecen. 

 Mapa de distribución provincial.


ECOLOGÍA DE LA ESPECIE:

Aunque aparecen en un variado tipo de hábitats, los sapillos moteados suelen elegir las zonas despejadas, incluidas las agrícolas. Así aparece en zonas de monte con escasa cobertura, en lapiaces calizos, en zonas de cultivos de secano, etc. El común alcanza 1.990mts. de altitud en Sierra Seca, y el ibérico se distribuye desde el nivel del mar hasta 1.450mts. en las sierras de Huetor y Parapanda. No se trata de anfibios exigentes con la humedad, ya que aparecen tanto en sierras con un alto grado de humedad y precipitaciones, como en depresiones donde estas son mucho menores. Para reproducirse son igualmente austeros: en cualquier cuneta encharcada, en roderas de pistas encharcadas o incluso solares inundados en las afueras de algunos pueblos se encuentran a gusto sus larvas. Utilizan también charcas de mayor tamaño, más querenciosas para otras especies de anfibios. 

El sapillo moteado común acostumbra también a reproducirse en albercas de cierta profundidad, algo poco o nada habitual en el sapillo moteado ibérico. Si bien puede faltar, es muy común que elijan las láminas de agua con algo de vegetación herbácea semiinundada en las orillas, o cardos corredores secos y desplazados hasta aquellas, ya que los machos suelen apoyarse en estos elementos a la hora de cantar para atraer a las hembras. Esto vale sobre todo para el moteado ibérico, que siempre canta con la cabeza por encima de la superficie, en posición casi vertical, y apoyado en alguna ramita. El moteado común puede emitir su canto desde debajo del agua. Los reclamos, aunque muy parecidos, muestran diferencias. De hecho, este fue uno de los aspectos que hizo pensar en la posibilidad de que hubiera más de una especie de sapillo moteado. 

  Charca temporal usada por el sapillo moteado común para reproducirse, Fuente del Soto (Jaén), marzo 2005. 

Son nocturnos, aunque durante el celo comienzan a cantar al atardecer y, en días nublados pueden hacerlo durante toda la jornada. Son, junto con el sapo de espuelas los anuros más discretos, cuyos adultos sólo se suelen localizar durante la estación reproductora. Suelen permanecer casi todo el tiempo en galerías o bajo rocas u otros objetos. 

Para reproducirse, son de los anfibios más madrugadores y menos frioleros, y se les puede escuchar durante noviembre, diciembre y enero, en las noches que no hiela. El sapillo moteado ibérico suele adelantarse al común en territorio granadino, ya que la zona donde habita el segundo es más continental y de ciclos más tardíos. Si octubre es lluvioso, emergen los primeros machos. La actividad decrece algo con la bajada de las temperaturas, para volver a aumentar en febrero-marzo, cuando cría el mayor volumen de sapillos. El amplexus es inguinal, durante el cual las hembras depositan pequeños paquetes de huevos adheridos a alguna ramita o piedra. El desarrollo larvario es muy variable, en función de la disponibilidad de alimento, pero sobre todo del régimen térmico del lugar donde se desarrollen las larvas (entre 2 y 4 meses normalmente). 

  Amplexus inguinal en sapillo moteado ibérico, El Jobo, (Málaga), febrero 2003. 

  Puesta de moteado ibérico adherida a una ramita sumergida, Fuente del Soto (Jaén), marzo 2005.  

Una vez fuera del agua se alimentan de artrópodos, babosas y lombrices, de un tamaño adecuado a su escasa talla, que capturan de forma activa. 

Sus mecanismos de defensa son, bien la huida a saltos o sumergiéndose si se encuentra en el agua, bien adoptando una postura característica, en la que arquea el dorso, y segrega una mucosa levemente tóxica por la piel. 

Al ser una especie poco longeva y dependiente para la reproducción de lugares con agua bastante irregulares y temporales, existen grandes fluctuaciones en sus poblaciones. Así, tras varios años de intensa reproducción en diferentes comarcas granadinas, este año el sapillo moteado ibérico apenas se ha reproducido, y si lo ha hecho, pocas larvas han concluido su desarrollo. Esto posiblemente se refleje en la abundancia de sus poblaciones en años venideros. 

Larva de sapillo moteado común a punto de finalizar la metamorfosis, Lorca (Murcia), mayo 2005. 

  Juvenil de sapillo moteado ibérico recién metamorfoseado, Pinos Puente (Granada), abril 2003.


ESTADO DE CONSERVACIÓN, PROBLEMÁTICA:

Los sapillos moteados sufren amenazas similares a las de otros anfibios:

  • Desecación de charcas.

  • Sustitución de charcas por balsas de fondo sintético poco adecuadas.

  • Contaminación del agua por productos agroquímicos, detergentes, vertidos…

  • Progresiva acidificación de sus hábitats.

  • Fuerte modificación de algunos de sus hábitats, destruyendo el ecosistema o simplificándolo. 

Es primordial en el caso de ambas especies realizar estudios que determinen la distribución de cada una, su ecología y su abundancia, ya que si no se conoce siquiera su grado de amenaza pocas medidas legales al respecto se pueden poner en marcha de cara a su conservación. 

Juveniles de sapillo moteado común liberados de una alberca con muy poca agua donde corrían el riesgo de morir deshidratados al no poder salir de ella, Águilas (Murcia), mayo 2004.


PROPUESTAS DE CONSERVACIÓN:

Las actuaciones de conservación son similares a las propuestas para el resto de especies que hemos tratado ya a lo largo de los últimos meses: 

1. Conservación de los lugares de reproducción. En este caso es una tarea complicada, sobre todo en el caso del sapillo moteado ibérico, pues utiliza medios acuáticos muy temporales. De todas formas debe evitarse la roturación y desecación de zanjas y zonas marginales que se encharcan tras las lluvias. En el caso del común, hay que conservar en buen estado las albercas tradicionales que utilizan para poner los huevos.

2. Establecimiento de nuevos puntos de reproducción. Partiendo de las charcas actualmente ocupadas, sería necesario establecer otras nuevas, que permitan la progresiva colonización por parte de los sapos, con vistas a conseguir a medio-largo plazo, una conexión entre las distintas poblaciones presentes en la provincia. Estas actuaciones no serían muy costosas, y consistirían en excavar charcas de tierra con paredes de pendiente suave en zonas deprimidas del terreno, que permitan el acumulo del agua de la lluvia. También podrían acondicionarse charcas en los socavones de canteras abandonadas.

3. Control de las nuevas estructuras asociadas al uso del agua. Los modernos embalses para riego suponen una grave amenaza para esta y otras muchas especies, pues suponen una trampa mortal, al no poder escapar  una vez que han caído dentro. Sería necesario establecer vallados de protección, con malla espesa que impida el paso de pequeños animales, e incluso en otros casos, establecer mecanismos que permitan el escape de los animales, por lo que incluso estos nuevos puntos de agua servirían como lugares de reproducción.

4. Fomento de la ganadería extensiva tradicional y de la agricultura de secano. Las estructuras construidas para acumular agua asociadas a estas dos actividades (abrevaderos, fuentes, albercas) han permitido la existencia de nuestros anfibios en medios semiáridos y cársticos. Es preciso mantenerlos en buen estado y no sustituirlos por otros sistemas incompatibles con las formas de vida que a lo largo de los siglos se han adaptado a vivir en ellos.

5. Realizar detallados estudios sobre la distribución de ambas especies en la provincia, prospectando adecuadamente aquellos territorios, sobre todo en la zona centro-oriental donde todavía no han sido citadas. 

Macho de sapillo moteado ibérico, Pinos Puente (Granada), diciembre 2003.


LOS SAPILLOS MOTEADOS EN LA SIERRA DE BAZA: 

En  la Sierra de baza y su entorno están ausentes, pero si se hallara alguna población ésta tendría un importante  valor biogeográfico. A priori, la Sierra de Baza cuenta con un hábitat potencial bastante adecuado para el sapillo moteado, sobre todo el común, por la similitud de estos lugares con los de la cercana Sierra de la Sagra, por ejemplo. Animamos a todos los visitantes de la Sierra de Baza y comarcas adyacentes, a que estén atentos en sus excursiones, por la alta posibilidad de que la especie se encuentre en la zona, circunstancia que hasta ahora no ha podido confirmarse.