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Edición Mensual - Año XXVI | Nº 304 - Octubre 2024

FICHAS

imagen de decoración

Fichas de Aves del Parque Natural Sierra de Baza

Mirlo común (Turdus merula)


©  Eduardo Nogueras Ocaña
Ejemplar adulto de mirlo común


FICHA TÉCNICA:

Orden: Passeriformes
Familia: Turdiae
Especie: Turdus merula
Estatus: especie catalogada “De interés especial” en el catalogo nacional de especies amenazadas.
Longevidad: pueden vivir hasta 5 años.
Peso: De 75 a 100  gramos aproximadamente.
Envergadura: con las alas abiertas pueden medir 37 cms..
Longitud: de 24 a 26 cms. aproximadamente.


DESCRIPCIÓN DE LA ESPECIE 

©  Eduardo Nogueras Ocaña
Imagen de la cabeza de un macho de mirlo, donde puede apreciarse el anillo ocular del mismo color que el pico. 

El mirlo común es un ave bastante frecuente en la Sierra de Baza, aunque bien es verdad que  se trata de una de las aves más comunes de la Península Ibérica. La especie presenta un acusado dicromismo sexual, de modo que el macho es de color negro intenso y pico de color naranja, las hembras, aunque también de color negro, es de menor intensidad, teniendo un color pardo oscuro y su pico tiene un tono más apagado que el macho. Un rasgo muy identificativo de la especie es su anillo ocular de color más naranja en el macho. Otro rasgo que aumenta el dimorfismo sexual es el color de las patas, de color gris-anaranjado en el macho y más oscuras y apagadas en la hembra.

Su hábitat es muy variado, ya que es un ave que puede verse en todo tipo de bosques, zonas de cultivo y jardines. Es una especie que vive cerca del hombre. Es frecuente en  zonas urbanas y parques dentro de las ciudades. Se ha comprobado que mientras las especies urbanas son muy tolerantes con la presencia humana, los mirlos de nuestros montes y campos son muy esquivos al hombre.

Para alimentarse suele desplazarse por el suelo en busca de lombrices y pequeños insectos. En invierno se alimenta de frutos y bayas. 

©  Eduardo Nogueras Ocaña
Nido de mirlos con cuatro huevos que serán incubados por la hembra durante dos semanas. 

La reproducción tiene lugar entre los meses  de marzo a agosto,  pudiendo realizar de dos a cuatro nidadas. El nido es una taza hecha de hierba y barro que suele colocar  en árboles o setos a poca altura. La hembra pondrá una media de cuatro huevos de los que, tras ser incubados durante dos semanas, nacerán los pollos y serán alimentados por ambos congéneres durante dos semanas, aportando alimento y retirando los sacos fecales para mantener limpio el nido. 

©  Eduardo Nogueras Ocaña
El macho colabora en la alimentación junto con la hembra, aportando numerosas lombrices. 

Una vez que han abandonado el nido, los pollos son alimentados por ambos congéneres, aún durante algunos días, permaneciendo protegidos en las ramas y arbustos que haya cerca de la zona de nidificación. 

 ©  Eduardo Nogueras Ocaña
La hembra coge en su pico los sacos fecales expulsados por los pollos, para mantener limpio el nido. 

El mirlo común suele volar a baja altura y durante distancias cortas. Suele batir las alas con cierta dificultad al principio y realiza pequeños planeos hasta colocarse en posaderos, escondidos entre la vegetación para protegerse de los intrusos.

El canto del mirlo común es muy variado y melodioso, parece que emite ciertos sonidos dependiendo de la situación. Si está alarmado es un sonido agudo y repetido tres o cuatro veces “chuik-chuik-uik-uik-uik”, con un tono de alarma, aunque también emite cantos aflautados, suaves y melodiosos.


EL MIRLO COMÚN EN LA SIERRA DE BAZA 

 

©  José Ángel Rodríguez
Ejemplar macho de mirlo común, tras haberse aseado su plumaje en el bebedero del Hide los Arrendajos en la Sierra de Baza. 

El mirlo común es un ave nidificante común, abundante y sedentaria en la Sierra de Baza, que se presenta en la mayoría de los pisos bioclimáticos, excepto por encima de los 2.000 metros de altitud. Parece ser que es una especie en aumento, dada su facilidad para adaptarse a la presencia humana, por lo que es frecuente observar individuos cerca de campos de cultivos y en la zona basal del Parque. Cerca de los cortijos y allí donde hay huertas y campos de cultivo con frutales son muy abundantes. En las riberas de los ríos también se observa una población abundante, que con sus melodioso y bellos cantos pone sonido al paisaje. 

Texto: Eduardo Nogueras Ocaña

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