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Edición Mensual - Año XXVII | Nº 298 - Abril 2024

FICHAS

imagen de decoración

Etnobotánica de la Sierra de Baza

Fichas de Flora - Plantas del Parque Natural Sierra de Baza

Chopera de roca (Rhamnus pumilus)


© José Ángel Rodríguez
Detalle de la planta arbustiva de la chopera (Rhamnus pumilus), adaptada a la superficie de la roca en que se posa.

También conocido con el nombre popular de Chopero, Turra y Espino negro de roca, es sinónimo de Rhamnus alpinus subsp. pumilus, tratándose de un arbusto rupícola de hoja caduca que crece de forma característica pegado a la superficie de las rocas calizas en que se localiza, adaptándose a su verticalidad y superficie, separándose de la misma un máximo de 20 cms. Se ha dicho que adopta esta forma para aprovecharse del calor de la roca y soportar mejor los vientos de las zonas de altas cumbres en que se suele localizar, tapizando la superficie de la roca, pero sea cual sea la causa de tal actitud, lo cierto es que resulta sorprendente comprobar en plena naturaleza como se acomoda la anatomía de la planta a la roca en que se localiza.

Las hojas de la chopera de roca, son alternas, obovadas o elípticas, agudas, acuminadas, a veces obtusas, ligeramente serradas, glabras, de pequeño tamaño, apenas 0,5 cms., mientras que las flores son de color amarillo y son pequeñas y poco vistosas. El fruto es una drupa de color verdoso en un principio y negruzco a la maduración, de pequeño tamaño (6-8 mm. de diámetro).

Se localiza en la superficie de rocas calcáreas y se distribuye por las cumbres calcáreas de las montañas del Sur de Europa, desde la Península Ibérica hasta Albania, donde es rara, aunque localmente puede ser abundante, como ocurre en la zona de calares del Parque Natural Sierra de Baza, donde forma parte de los roquedos y paredones verticales secos.

Etnobotánicamente esta planta en la actualidad tiene pocos usos y aplicaciones, aun cuando sí es utilizada en los jardines de roca, por su rusticidad, peculiar forma y rareza. Antiguamente sus frutos, muy ricos en taninos, se han utilizado como colorantes y para pintar, para lo que los frutos maduros se dejaban macerar en agua durante 7 días tras lo que se calentaba el agua hasta que quedaba una pasta que servía para tintar y pintar.