Etnobotánica de la Sierra de Baza
Fichas de Flora - Plantas del Parque Natural Sierra de Baza
Romero (Rosmarinus officinalis)
© Proyecto Sierra de Baza
Romero en flor.
Arbusto perenne, siempre verde, aromático, muy ramificado y de hasta 1,5 metros de altura, característico del monte y maquia mediterránea, que no asciende del piso mesomediterráneo, por lo que es bioindicador del mismo.
Este arbusto puede dar flores de color azul-lila, durante todo el año, de modo que podemos encontrar ejemplares en floración tanto en pleno invierno como en la época estival, desempeñando un importantísimo papel para insectos y particularmente para las abejas, que obtienen de su flor la conocida y apreciada miel de romero.
Las cualidades del romero han sido estimadas desde la antigüedad, habiéndose cultivado tanto con fines ornamentales como culinarios y medicinales, sin olvidar el papel combustible de la planta, utilizada tradicionalmente para calentar hornos de pan, en caleras y en yeseras.
De las hojas del romero se obtienen un aceite muy apreciado en la medicina popular, conocido como aceite de romero, con amplios usos curativos, como también se ha empleado en baños, como relajante, para mejorar la circulación de la sangre, para combatir el reuma, para desinfectar heridas o para tratar infecciones cutáneas, dadas sus cualidades fungicidas y bactericidas. “Tan mala es la llaga que ni el romero la sana”, dice un refrán popular para ilustrar de las óptimas cualidades de la planta y de las heridas humanas profundas que no tienen fácil solución por medios normales. “Aceite y romero frito, bálsamo bendito”, dice otro refrán popular, que alude a una receta muy antigua, que se reputaba ideal para las llegas, y así lo alaba Cervantes en el cuento conocido como La Gitanilla donde se cuenta la aplicación de este remedio para curar las heridas de un hombre que había sido mordido en una pierna por dos perros (Luis Junceda. Diccionario de Refranes, 1995). Transcribimos este párrafo de La Gitanilla:
“...Llegaron a la barraca o toldo de Andrés, y con presteza encendieron lumbre y luz, y acudió luego la abuela de Preciosa a curar el herido, de quien ya le habían dado cuenta. Tomó algunos pelos de los perros, friólos en aceite, y, lavando primero con vino dos mordeduras que tenía en la pierna izquierda, le puso los pelos con el aceite en ellas y encima un poco de romero verde mascado; lióselo muy bien con paños limpios y santiguóle las heridas...”
Aunque el alcohol de romero puede encontrarse en las farmacias, puede también prepararse artesanalmente el espíritu o alcohol de romero, mezclando 10 gramos de esencia de romero (obtenido en un alambique) con un litro de alcohol de 95 º.
Del romero se ha obtenido también la popularmente conocida como Agua de la Reina de Hungría, que debe su nombre por ser el perfume predilecto de la anciana Isabel Reina de Hungría, a principios del siglo XIII, la que se prepara con la destilación de la flor fresca de romero en un alambique, producto del que se mezclan unos 20 gramos de esencia con un litro de alcohol de 80º, obteniéndose una loción a la que se le atribuyen virtudes cosméticas, que tonifican y refrescan la piel, ayudando a mantener la popularmente llamada “eterna juventud” de que la gozaba esta reina, también puede añadírsele lavanda, para aromatizarla. El Aceite Antirreumático del Fraile, ha sido otro producto muy clásico en la etnobotánica del romero con gran popularidad.<
La infusión de romero es también excelente para el lavado bucal, siendo refrescante y aconsejable para eliminar el mal aliento, se obtiene dejando hervir medio litro de agua a la que se añaden tres cucharadas de hojas y florecitas de romero secas, dejándolo reposar tapada durante media hora, posteriormente se cuela y si se desea se puede refrigerar. Las gárgaras o enjuagues con esta infusión se pueden hacer tres o cuatro veces al día o también se puede tomar caliente, forma en que resulta muy agradable mezclado con menta.
Aunque posiblemente la aplicación más curiosa que hemos encontrado del romero es para tratar la tortícolis, para ello se ponía en medio litro de vino blanco ocho gramos de hojas frescas de romero y cinco gramos de hojas secas. Todo junto se dejaba hervir durante diez minutos a fuego lento, obteniendo una cataplasma que se colocaba en un paño, aplicándolo en caliente en la zona dolorida, una vez por la noche y la otra al mediodía, hasta que desaparecía la tortícolis.
Las cualidades culinarias del romero también han sido muy estimadas a lo largo de los tiempos y es frecuente emplearlo para aderezar y aromatizar carnes, fundamentalmente cordero.
En la Sierra de Baza el romero es muy abundante y podemos localizarlo sin problemas en toda la zona basal de la Sierra y periferia del Parque. La mejor época para recolectarlo es cuando está en flor, momento en que tiene más concentración de aceites y esencias.