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Edición Mensual - Año XXVII | Nº 298 - Abril 2024

FICHAS

imagen de decoración

Etnobotánica de la Sierra de Baza

Fichas de Flora - Plantas del Parque Natural Sierra de Baza

Laurel (Laurus nobilis)


© Proyecto Sierra de Baza
Hojas de laurel con flores masculinas.

Árbol de hoja perenne, que puede alcanzar los diez metros de altura y vivir más de cien años. Ramificado desde la base, tiene un tronco de corteza lisa de color gris o pardo. Las hojas del laurel son de un color verde oscuro durante todo el año, aunque más pálido por el envés, son muy aromáticas y miden de 9 a 15 cms. de largo, por 3 a 5 cms. de ancho, siendo su forma oblongo lanceolada.

El laurel es una planta dioica, lo que significa que podemos encontrar pies masculinos y pies femeninos, que se diferencian por la forma de la flor, la que se produce entre marzo y final de abril, así como por la presencia de frutos, unas bayas, exclusivos de los pies femeninos, con aspecto semiesférico, con poco menos de un centímetro de diámetro, de color verde primero y negro brillante después, cuando está maduro en otoño.

El laurel es un árbol que procede de la cuenca del Mediterráneo y Asia Menor, habiéndose plantado desde la antigüedad, por lo que su área natural está poco definida. En las Islas Británicas se introdujo en el año 1562 (A. Mitchell, 1992). De forma natural aparece en barrancos húmedos y sombríos, en lugares que nos registren importantes heladas, hasta unos 1.000 metros de altitud, no adaptándose bien a los suelos muy calizos. Se considera que son naturales los laureles de las Islas Canarias y de la provincia de Cádiz en Andalucía.

En torno al laurel hay toda una cultura, su nombre científico “nobilis” (noble en latín) alude claramente al rango que se le asigna desde antiguo a este árbol, muy apreciado por el hombre desde las primeras culturas. Es un árbol que aparece consagrado al dios Apolo (rey de la sabiduría y del heroísmo) y con él se coronaban a los emperadores romanos como símbolo de la gloria y del triunfo. En la antigua Grecia también se coronaban con laurel a los vencedores en los juegos deportivos (olimpiadas) y se consideraba que significaba victoria. También en Grecia las pitonisas y adivinos mascaban o quemaban el laurel en honor a Apolo antes de las ceremonias de adivinación por considerar que fomentaba la conciencia psíquica, creencia que se ha mantenido en el tiempo.

Espiritualmente se ha considerado desde la antigüedad que hay una relación entre el laurel y la fortuna, por lo que desde hace muchos años se viene plantando cerca de las casas para que transmita esas virtudes a sus moradores. Albert Fargas cuenta que en el País Vasco se emplea la expresión “esta casa no tiene laurel” para hacer referencia a que sus moradores han caído en desgracia y se encuentran desamparados.

Como quiera que el laurel se reproduce a través de las aves (es una planta ornitocórica), las que portan sus semillas, se considera que cuando nace un laurel de forma natural junto a la entrada de una casa, los moradores de esta casa han sido escogidos por la fortuna y conforme el árbol se vaya consolidando y creciendo, también crecerán sus riquezas materiales, pero particularmente espirituales. El origen de esta tradición se encuentra en la antigua Roma, donde se cuenta que un águila enviada por Júpiter dejó caer en el regazo de Drusilla, mujer de Augusto, una gallina muy blanca, la cual llevaba a su vez en el pico una ramita de laurel cargada de frutos. Se cuenta que en torno a los lugares en que se plantaron sus bayas se multiplicaron las abundancias.

Desde la antigüedad también se consideraba al laurel que alejaba a los rayos y por esta creencia se cuenta que el emperador Tiberio César siempre que oía tronar se ponía en la cabeza una corona de laurel. Andrés de Laguna (1570) cuenta que en el año 1539 cayó en Roma, en el palacio del Duque de Castro, un rayo que destruyó un hermoso laurel que allí había. Como quiera que este hecho rompía con la histórica tradición de que el laurel alejaba a los rayos, se interpretó como “un muy infeliz agüero”. De hecho, nos cuenta Laguna, que pocos años después murió de forma trágica el propio Duque, que había caído en la codicia, y su hacienda se vio inmersa en la ruina y la tragedia. “Ansi que a la ira de Dios (como dicen las viejas) no hay cosa fuerte, ni se haila cosa tan eficaz que baste a defendernos de los juicios fatales”, termina por sentenciar Laguna.

Una tradición muy bonita que se usaba en el S. XIX, era la de introducir en las cartas que se enviaban con buenos deseos una hoja de laurel. El origen de esta tradición se encuentra también en Roma, donde los pastores romanos, cuando se trasladaban con sus ganados recogían hojas de laurel que luego iban repartiendo a lo largo de su viaje a las personas con las que se encontraban en señal de paz, armonía y prosperidad (PAP). Bien podría recuperarse esta costumbre en los tiempos actuales y alegrar nuestras comunicaciones familiares y de buenos deseos con un detalle tan curioso y bonito como es el de acompañar una hoja de laurel en su interior.

También se podía escribir mucho de los usos populares del laurel, del que el más conocido es en la cocina, para aromatizar a los asados, particularmente de cordero y como eupéptico (facilita la digestión) y carminativo (elimina los gases). Aunque el laurel también tiene otros usos, como son para combatir los resfriados, la bronquitis, catarros, gripes y reumatismo, además de utilizarse como tónico estomacal. También sirve también para ahuyentar insectos y parásitos, por lo que se suele colocar en algunas macetas que sufren plagas una hoja de laurel, para mantener alejados de ella a los insectos no deseados.

De sus semillas se obtiene un aceite muy apreciado, el llamado aceite de laurel, de un color verde oscuro y muy aromático el que se utiliza para fabricar jabones, así como en la farmacopea en forma de pomadas y como bálsamo para tratar torceduras y esguinces, El aceite de laurel también se utiliza para proteger los cascos de los caballos, pudiendo encontrar en el mercado productos con esta específica aplicación y por las cualidades comentadas anteriormente de repeler los insectos, para eliminar los piojos, para lo que se frotaba la persona infestada con el molesto insecto con el aceite en el pelo. Otro producto del fruto del laurel es el bálsamo de laurel, el que se prepara machacando en un mortero un puñado de frutos o bayas de laurel negras (las maduras), poniéndolas a hervir en agua durante unos 10 minutos, colando con un trapo el producto resultante, dejando enfriar el líquido, se recoge la capa de grasa que flota con una cuchara, la que se va introduce en un bote, para posterior uso tópico. La pasta de laurel fue también muy popular y tuvo un amplio uso en las aldeas serranas de la Sierra de Baza, se preparaba para favorecer la dilatación de las parturientas, para ello se trituraban unas 50 hojas de laurel, que se mezclaban en un mortero con dos cucharadas de aceite, hasta conseguir un empaste que posteriormente se aplicaba con ayuda de una gasa en el ombligo de la parturienta, cuando comenzaban sus dolores con la idea de favorecer la dilatación. Tras el parto se lavaban con una infusión que se obtenía del ombligo de Venus (Umbilucus rupestris) una planta rupícola a la que se le atribuyen virtudes desinfectantes. 

Finalmente indicar que la madera de laurel es muy dura y se ha empleado en Andalucía desde tiempos de los árabes para trabajos de taracea y marquetería, tradición artesanal que ha sido heredada y mantenida en algunas zonas como el Albaicin de Granada.