Etnobotánica de la Sierra de Baza
Fichas de Flora - Plantas del Parque Natural Sierra de Baza
Narciso (Narcissus sps.)
Descendientes del mítico Narciso, los narcisos de la Sierra de Baza se asoman a sus aguas como si también quisieran contemplar su propia belleza
El género de los narcisos se encuentra integrado por unas 50 especies a nivel mundial, distribuidas de forma fundamental por la región mediterránea, de las que un total de 35 especies viven en la Península Ibérica, muchas de ellas endémicas, con lo que a nuestro país se le considera como el reino de los narcisos.
Considerados como el preludio de la primavera, por ser en esta época del año en la que suelen hacer aparición, al tratarse de un género de floración muy precoz, aunque dentro de los narcisos también tenemos plantas que florecen en otras estaciones del año, como ocurre con el llamado narciso de otoño (Narcissus serotinus), que como su nombre popular alude florece entre septiembre y diciembre. Cuando no localizaremos narcisos es en verano, al inhibirse ante los calores estivales.
En la Sierra de Baza se localiza el narciso nevadense (Narcissus nevadensis), localmente llamado jarricas, uno de nuestros más notables endemismos que fue descrito para la ciencia en el año 1933, como un endemismo local de Sierra Nevada, aun cuando sus poblaciones tienen actualmente un rango más amplio y a final de la década de los años ochenta del pasado siglo también fue descrito en la Sierra de Baza, donde hay contabilizadas al menos cuatro poblaciones, una de ellas, emplazada a unos 1.800 metros de altitud en una zona con un alta humedad superficial, se estima cuenta con una población superior a los 10.000 ejemplares y posiblemente sea la mayor población de esta especie a nivel mundial.
El narciso nevadense, pertenece a la familia de las amarilidaceas (amarylidaceae) que está catalogado como especie vegetal de interés comunitario especial, para cuya conservación se hace necesario designar zonas especiales de conservación (Anexo II del Real decreto número 1997/1995 de 7 de diciembre por el que se establecen medidas para garantizar la biodiversidad mediante la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestre), donde figura con el símbolo (*) el que aclara se antepone al nombre “para indicar que dicha especie es prioritaria”. Mientras que en la Ley 8/2003, de 28 de octubre de la Flora y la Fauna Silvestre de Andalucía, se incluye dentro del Anexo II como especie en peligro de extinción.
La identificación de los narcisos dentro de este grupo no es siempre sencilla, particularmente por la tendencia la hibridación que presenta y presentarse muchas formas cultivadas que han degenerado algunas estirpes silvestres.
Aun cuando el narciso es una planta que ha sido utilizada en la medicina antigua con algunos fines médicos, particularmente su flor como calmante, actualmente se encuentran desaconsejados sus aplicaciones, al contener un alcaloide, la narcisina, que tiene efectos irritantes y paralizantes, pudiendo resultar incluso mortal. De hecho se conocen en la literatura científica varios casos de envenenamiento por el consumo de bulbos de narcisos al ser confundidos por cebollas, por lo que vamos a omitir toda referencia a los usos médicos y tópicos de esta planta. Significativo puede ser conocer que la palabra narciso proceder del griego (narkissus), forma de narkao, que se traduce como “producir sopor”. Por lo que vamos a centrarnos en los usos ornamentales de esta planta, muy utilizada en jardinería, no solo por su belleza, sino particularmente por su fácil cultivo y particularmente en el misticismo que rodea tan bella planta.
Muy conocido, habiendo sido objeto de muchas interpretaciones y adaptaciones en la literatura contemporánea, es el Mito de Narciso, del que se ocupa Ovidio, el que cuenta como Narciso, hijo del río Cefiso y de la ninfa Liriope, era un joven de una belleza arrebatadora que tenía profetizado por el adivino Teresías al que acudió su madre que “viviría mientras no se conociera a si mismo”.
Cuentan que la belleza del joven Narciso era tal que enamoraba a todo aquel que tuviera la desgracia de contemplarlo. Pero él se mostraba siempre indiferente ante las muestras de admiración y era despectivo con las continuas insinuaciones que recibía de las numerosas doncellas que quedaban cautivadas de su belleza.
De Narciso se enamoró también la ninfa Eco, a la que igualmente despreció sumiéndola en la más profunda tristeza, hasta que una hermana de la ninfa Eco pidió venganza a Némesis diosa de la venganza e hija de Nix, la diosa de la noche, la que decidió cumplir la profecía de Teresías, para lo que incitó a Narciso para que saciara su sed en una fuente de agua muy cristalina, mientras participaba en una cacería. Cuando Narciso se inclino para beber, vio reflejada su imagen en las aguas cristalinas de la fuente, quedando entusiasmado de la belleza que contemplaba, pensando que era un hermoso ser el que se encontraba dentro del agua, pero al alargar el brazo para tocarlo aquel ser desapareció y el ingenuo Narciso sintió más deseo de poseerlo, por lo que se quedó contemplando nuevamente el agua hasta que la imagen volvió a aparecer y de igual modo se repitió la experiencia: tan pronto quería tocarlo el ser del agua desaparecía. Así una y otra vez hasta que decidió que si no podía poseer aquel bello ser contentaría con mirarlo. Y así pasaron los días seguidos de sus noches y Narciso permaneció allí, inmóvil, tan obsesionado con su propia imagen que se olvidó de comer y de beber. Poco a poco su cuerpo fue languideciendo, esperando inútilmente ser correspondido por ese amor inalcanzable y sus piernas terminaron por convertirse en raíces, su tronco y brazo en tallos y hojas y su cabeza en una bella flor, que desde entonces lleva su nombre.