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Edición Mensual - Año XXVII | Nº 297 - Marzo 2024

FICHAS

imagen de decoración

Etnobotánica de la Sierra de Baza

Fichas de Flora - Plantas del Parque Natural Sierra de Baza

Barrilla o salsola (Salsola sps.)


© José Ángel Rodríguez
Arbusto de barrilla (Salsola sps.) en plena floración 

Con el nombre de barrilla y plantas barrilleras, se conocen  a un amplio grupo de plantas integrantes de la llamada vegetación halonitrófila. Este tipo de vegetación elige para instalarse los terrenos propios de la vegetación nitrófila (suelos removidos por el hombre o animales), donde, además, se registra la presencia de sales. Por la razón de la necesidad de estas sales, al igual que en el caso de yesos, esta vegetación hay que buscarla en terrenos ricos en sales y yesos como es la Hoya de Baza, en la provincia de Granada, donde crecen una serie de plantas que se localizan en un sustrato de gran peculiaridad: el ecosistema salino sobre yesos, lo que reviste a las plantas de una alta especialización, al haberse producido en las mismas un cambio en su estructura morfológica, que ha motivado la aparición de glándulas para eliminar la sal, y externamente tienen un carácter craso o suculento de la planta, entre otras peculiaridades adaptativas al medio. 

De estas plantas, mencionar, por su interés económico, la conocida como álcali o barrilla espinosa (Salsola kali) que forma parte, junto con otras salsolas, como la Salsola oppositifolia y Salsola vermiculata, de las llamadas plantas barrilleras, las que, por su alto contenido en sosa (de donde toman el nombre de salsola), se han empleado para fabricar jabones y particularmente para la fabricación de cristal de calidad. Según el historiador RUIZ DE LA TORRE, antiguamente se cultivaban estas plantas en la depresión de Baza, donde se encontraban alrededor de una docena de especies y hasta finales del S. XVIII, se exportaban a Mallorca, llegándose a decir que los buenos cristales de Venecia, eran obtenidos con sosas de la región bastetana. 

Las plantas barrilleras viven en salinas, saladares, saladas, salobrales, o marismas. El suelo de estas formaciones es muy abundante en sales solubles de sodio o magnesio, y provoca unos cambios en la vegetación que no suelen pasar desapercibidos a cualquier observador.
De todas las plantas que se quemaban la que daba mejor rendimiento y mejor sosa era la barrilla fina, llamada hoy científicamente Halogetum sativus y antes Salsola sativa. 

En España el cultivo de la barrilla se inició por el litoral levantino y en la segunda mitad del siglo XVIII ya había alcanzado a tierras de los reinos de Granada, Sevilla, Aragón, y a una amplia zona de La Mancha. Para ello se recogían las inflorescencias en septiembre, cuando la planta fructificaba, y ya estando la flor seca se limpiaba de cáliz y brácteas, para lo que se vareaba fuertemente para que expulsaran las semillas que eran sembradas, al voleo, en la zona del litoral entre octubre y enero, y en el interior entre marzo y abril. 

La planta llegaba a la sazón cuando estaba granada, es decir florecida y con los capullos abultados, y esto ocurría entre los meses de julio y agosto. Entonces se arrancaba con raíz y se dejaba tendida en montones de un metro y medio de altura por dos de base, que se llamaban garberones. Las hierbas se colocaban flojas para que se aireasen y secasen, cosa que se lograba en el transcurso de dos semanas. Si se pensaba quemar más adelante los montones eran mucho más grandes, también con la hierba hueca. Se llamaban garberas, y para protegerlas de la lluvia y de la humedad se cubrían de heno, paja o anea. Así se podía mantener uno o dos años.

Las plantas de barrilla una vez secas pasaban a ser quemadas, en la que intervenían unos operarios encargados de fundir la hierba, a los que se les llamaba quemadores o maestros barrilleros. Procedían de zonas levantinas y se desplazaban a donde eran llamados. De su habilidad dependía que se obtuviese en el quemado una buena piedra de sosa, o simplemente, cenizas sin valor, por ello se les esperaba con paciencia, hasta juntar en uno o varios años la cantidad suficiente como para poder pagar su desplazamiento y hacer rentable la operación. Las crónicas consultadas, cuentan que la combustión de la barrilla recordaba a la de los primitivos hornos de cerámica, y eran unos simples hoyos abiertos en tierra seca, en cuyo interior se producía la fusión uniforme de la planta, como resultado de la quema de la barrilla, lo que era un trabajo muy penoso porque duraba de 28 a 40 horas en las cuales había que permanecer atentos para mantener el fuego adecuado y efectuar las operaciones pertinentes de hurgar y choquear la masa. Las precauciones que había que tomar con las plantas es que estuviera seca, sin poder estar húmeda o verde, ya que de lo contrario el caldo resultante de la fusión no adquiría la consistencia deseada. La combustión debía realizarse en días que corriera algo de aire, ya que si esta era lenta y con poca llama no derretía bien los tallos, que se convertían en carbón. Si se formaba este último había una considerable merma del metal y además se reducía el valor de la piedra resultante. También la combustión lenta aumentaba el número de jornales. Por todo ello maestro y ayudantes (4 ó 5 peones) se turnaban cada 6 horas para atender al proceso, que daba como resultado una masa gelatinosa, cuyo valor dependía de la pureza, por lo que había que removerla y limpiarla de broza antes de que se solidificara, pudiendo quedar enterrada, sin alterarse, durante más de un año, hasta alcanzar un buen precio. 

La piedra de barrilla, que tenía un color grisáceo o gris azulado y sonido metálico, podía llegar a pesar hasta más de 2.000 Kgs. pero para moverla se partía en trozos grandes llamados “balas”. 

Para producir un quintal de piedra (unos 460 Kgs.) eran necesarios 4 quintales (unos 1.860 Kgs.) de planta seca. La barrilla obtenida, contenía además de carbonato sódico, arena, salitre y algunas cenizas de plantas que no eran de barrilla fina. Estos productos cuya presencia era inevitable se convertían en mezcla fraudulenta cuando se añadían intencionadamente. 

El uso actual de estas plantas está limitado a su uso en jardinería, para jardines de plantas que requieren pocas necesidades de agua, al ser una planta de floración muy vistosa y requerir mínimas atenciones culturales y cuidados para su supervivencia.